PORTADA | Drogas | La alternativa química

Más baratas y de peor calidad

Los camellos agudizan el ingenio y venden paracetamol como cocaína

CÉCILE CARREZ

Trabajan en la calle, de noche, y todo lo que ofrecen al cliente lo llevan con ellos. Sus puntos de venta se encuentran en pleno centro de la ciudad, donde sentados esperan la llegada de los compradores. A su alrededor se mezclan las estatuas nocturnas de las Ramblas como los vendedores de lastas de cervezas a un euro y las mujeres que venden su cuerpo por dinero. A la hora de atender un cliente, intercambian miradas entre ellos, escondidos bajo una gorra.

Crónica: "Consumo droga de la buena"
Usuarios de la sala Baluard

Son los llamados “camellos”, los vendedores del gramo blanco que se consigue con un billete de 50 euros, pero que llega a rebajarse hasta los 10 euros a los toxicómanos más enfermos. “El acceso a las drogas está al alcance de todos, tanto económica como socialmente. Se trata de un mercado donde toda demanda encuentra su oferta”, afirma Manel Piñiero, miembro de la Agencia de Salud Publica de Barcelona (ASPB).

A diferencia de los camellos, son los consumidores los que más acusan la crisis. La calidad de las sustancias se ha visto dañada debido a la bajada de precios y son muchos los que no pueden acceder a un crédito para pagar los tratamientos de desintoxicación. “No ha bajado el número de ingresos del centro (de 300 a 400 personas al año), pero si se han visto incrementados los casos de personas que no pueden costear el tratamiento (entre 3.000 y 6.000 euros mensuales). Los bancos ya no les conceden los créditos para pagarlo”, comenta Sergi Vilardell, coordinador terapéutico de Cita Clínica (un centro privado de desintoxicación).

El mercado de la droga desconoce el declive económico. Cualquier ‘artimaña’ es buena cuando se trata de conseguir dinero: basta con rascar las paredes de polvo blanco o usar paracetamol y venderlo a los turistas como si fuera cocaína. “Sin duda la venta no crece,  por la acción policial eficaz y por el estancamiento de consumidores”, dice Piñiero.

 Los delitos contra la salud pública son la segunda causa de detenciones en Ciutat Vella: unas 140 al mes según la época. “La mayoría son personas extranjeras y sin permiso de residencia en España. Los traficantes centroafricanos venden cocaína y marihuana. Y los de origen magrebí se dedican a la venta de hachís y en alguna ocasión a la heroína”, señalan fuentes de la Guardia Urbana de Ciutat Vella.


Jeringuillas, metadona y...un lugar para ducharse
La ASPB dice registrar unos 9000 consumidores de cocaína y otros 6000 por consumo problemático de heroína al año. La sobredosis es la principal causa de muerte de los hombres entre 15 y 44 años en la ciudad. En 2008 se logró alcanzar su nivel más bajo con 66 casos frente a los más de 100 registrados en los años noventa.

Un descenso que se consigue mediante una atención más cercana al consumidor. Las narcosalas, cuyo nombre tiene su origen en los 80, se publicita como la solución para el consumo higiénico. Así lo anuncia un cartel en la puerta del centro Baluard ubicado en el distrito de Ciutat Vella. Allí, los enfermos más avanzados encuentran apoyo para proceder a la venopunción asistida (punción que se hace en una vena para inyectar algo), una ayuda social que responde a la política de reducción de daños causados por la dependencia (cocaína, heroína, alcohol y otras sustancias). “Los casos de emergencia no paran de reducirse desde que trabajan las llamadas narcosalas en la ciudad”, cuenta Piñiero.

En total hay tres servicios sanitarios de este tipo en Barcelona: uno en la sala Baluard de Ciutat Vella, otro ubicado en el hospital del Vall d´Hebron y una sala móvil en la Zona Franca. En 2007 más de 3000 personas acudieron a una de estas salas donde los usuarios pueden encontrar el apoyo de los educadores sociales. En estos centros, los drogodependientes pueden hacer uso de jeringuillas nuevas adquirir la metadona, comer, o incluso, ducharse. En la mayoría de los casos, los usuarios son “jóvenes de origen extranjero, sin domicilio fijo que consumen mezcla de heroína y cocaína inyectada”, dice Piñiero. “Cuando no les da tiempo, `se quitan el mono´ en la vía publica dejando las jeringuillas por el suelo”, argumentan fuentes de la Guardia Urbana de Ciutat Vella.

En la actualidad, la droga se ha convertido en una sustancia accesible para cualquier persona. A veces, su consumo puede resultar tan cotidiano o común como comprar una barra de pan. Es a día de hoy “la vieja vecina de Barcelona” y nada ni nadie puede cambiar la trayectoria de su mercado         

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