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Algo que comer, por caridad

Los comedores sociales de Barcelona, desbordados por la creciente demanda

LYDIA E. LARREY

Basta esperar a las puertas de uno de los 18 comedores sociales con los que cuenta Barcelona para vislumbrar los efectos de la crisis. La cola en el comedor Reina de la Paz, en el Raval, habla por sí sola. A las 10 de la mañana se concentra más de un centenar de personas ante una verja, se trata del primer turno de los tres que ofrece para comer.

Crónica: Lentejas con arroz y pollo
Un comedor social recibe alimentos
Hasta hace una semana eran sólo dos, pero al comprobar la cantidad de usuarios que quedaban fuera, las Hermanas de Teresa de Calcuta han decidido ampliarlo. A diferencia de los comedores municipales, para los que se ha de disponer de un volante proporcionado por un asistente social, en este comedor puede acceder cualquiera. De hecho están acostumbrados a ver no sólo a excluidos sociales, sino también a okupas y mochileros. Para los voluntarios, lo novedoso ahora es ver jóvenes bien vestidos, sin importar la nacionalidad, muchos con hijos, para quienes acudir a la beneficencia para comer es la última alternativa.

Durante el último semestre de 2008, el número de usuarios ha ascendido un 28%, cuando el crecimiento anual anterior venía siendo de un 2%. Y este no es el único servicio cuya demanda ha aumentado. De este modo, la fundación Banc dels Aliments de Barcelona sirve alimentos a 13.000 personas, un 10% más que en años anteriores, y el servicio de atención domiciliaria del ayuntamiento de Barcelona abastece a un 43% más de hogares.

¿Están preparadas las instituciones para este crecimiento de la demanda?

Pilar Malla, defensora del pueblo de Barcelona, ha reconocido que en estos momentos hay listas de espera de dos meses para poder acceder a los comedores sociales ya que, al sector de riesgo habitual (sin techo, individuos con problemas de alcoholismo o drogodependencia), ahora se añaden otros, como el de los jubilados con pensiones bajas, separados sin vivienda, trabajadores autónomos o parados recientes, que para poder hacer frente al pago de hipotecas y otros gastos se ven abocados a solicitar la ayuda alimentaria para poder tirar para adelante.

Con todo, Ricard Gomà, teniente de alcalde y responsable de Bienestar Social del ayuntamiento de Barcelona, afirma que la ciudad está preparada para afrontar la creciente demanda, ya que se ha dispuesto una reserva presupuestaria de casi 19 millones de euros y otra de 125 millones de euros para el plan de inclusión de 2005,  lo cual supone un incremento del 23% respecto al presupuesto de 2008. Una parte de los productos que ofrece el Banc dels Aliments proviene de donaciones de empresas privadas, que incluyen excedentes de producción o comida cuya caducidad está próxima.

“En los últimos meses las empresas que nos proveen, al ajustar su producción, cuentan con menos excedentes, por lo que al Banc dels Aliments llegan menos lotes o con un margen de expiración más ajustada”, comenta Rafael Ruiz, representante de la fundación.
Esta situación repercute no sólo en las personas que acuden a por los lotes de primera necesidad, sino también en los comedores sociales que cuentan con el apoyo de esta entidad para poder mantener el número de comidas servidas al día, en aumento diario.

Lo peor está por llegar
Las cifras arrojadas no son nada alentadoras, y hay que tener en cuenta que oficialmente sólo llevamos 5 meses en crisis. Por ello no es gratuito presuponer que en los próximos meses, cuando empiecen a agotarse las cuentas de ahorro y el subsidio del paro de muchos de los barceloneses que sobrellevan a duras penas la crisis, las colas en el Banc dels Aliments o cualquiera de los comedores sociales aumenten, al mismo ritmo que el orgullo de muchos queda aparcado
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