En el Metro de Madrid la gente estaba concentrada en sus libros o en sus reproductores de música. Las personas sentadas en los bares del centro no parecían interesadas a lo que había pasado en el País Vasco, como tampoco a la anulación del cierre de campaña.
En la tarde madrileña todos seguían con su vida cotidiana, como si nada hubiese pasado, sin hacer ningún comentario, como siempre sucede con los hechos que provocan la indignación colectiva.
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Todo cambió cerca de las 6 de la tarde, cuando el Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba dio una rueda de prensa en el Congreso. La policía tenía la orden de evitar concentraciones de personas en la Plaza del Congreso y fue en ese momento que los madrileños no pudieron soportar más .
Muchos peatones se enojaron con los policías porque no los dejaron quedarse en la Plaza. Sobre todo la gente mayor, que hacía un recorrido entre el Paseo del Prado y la Puerta del Sol, y que se detenían en la plaza para ver lo que sucedía ante tantas cámaras y reporteros estresados. |
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En principio la rabia explotó contra el PSOE y Zapatero, acusado por una señora de “dar subvenciones a los artistas y quitar dinero a las víctimas del terrorismo”. Otro señor opinaba que es normal que suspendan la campaña electoral, pero afirmaba que “lo que no es normal es que prohíban a ciudadanos normales, a trabajadores, su derecho a manifestarse”.
El clima se hizo más tenso a las siete y media, cuando arribaron algunos jovénes con pancartas acusadoras contra Zapatero. Porque en la plaza no había solo adversarios de los socialistas, sino que varios seguidores del PSOE.
Entre las treinta personas que estaban alrededor de las cámaras colocadas al borde de la plaza, el debate fue acalorado. Un joven de 31 años, estudiante de derecho y en paro, es quien más defiende al gobierno y proclama “la unidad contra el terrorismo”. Se presenta como “un simple ciudadano”, acusa a los jóvenes con pancartas de ser unos “provocadores” y se enfada contra los que insinúan que Zapatero quiere aprovecharse del atentado de ETA.
Esa última idea, precisamente, era esgrimida por un pequeño grupo de personas –mujeres en su mayoría- que gritaban a los partidarios del PSOE, a quienes acusaban de defender a un Presidente de Gobierno “que ha tratado con ETA por cuatro años y ahora dice que va a perseguir a los terroristas, pero que en realidad quiere aprovechar electoralmente de la muerte de un militante de su propio partido”.
Las acusaciones se cruzaban, pero a la larga los de la pancarta se retiraron. Ante unos periodistas extranjeros, dijeron ser miembros de la Falange – JONS, el partido que impulsó y luego fue absorbido por el dictador Franco. Por las dudas, no lo anunciaron muy fuerte y se fueron discretamente. Pero la polémica ya la habían desatado. |
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