Una fe con raíces profundas y un futuro incierto
Por Zoë Marianna Ruderman
Una vez al mes, los judíos de Barcelona se congregan en un oscuro sótano de un pequeño edificio del Call, en el barrio Gótico, para celebrar bodas, ceremonias de Bar Mitzvahs y el servicio religioso del Shabbat. En esta minúscula sinagoga, debido a la escasez de ventanas, están completamente escondidos de la gente que pasa por este bullicioso barrio. Basta cerrar la pesada puerta metálica y la sinagoga pasa desapercibida ante el exterior. Esta imagen recuerda a las épocas en que el judaísmo era prohibido y los fieles tenían que practicarlo en la clandestinidad. Y aunque ser judío no es ilegal, 500 años después de que los Reyes Católicos los expulsaran de la península, hay practicantes de resta religión que dicen que la suya es una creencia muy poco aceptada y reconocida.
Barcelona tiene una larga e importante historia relativa al judaísmo. Antes de la Inquisición los judíos eran el 10% de la población española. Pero en 1492 sus fieles tuvieron que elegir entre huir, convertirse al catolicismo o practicar su religión a escondidas. Cuando España declaró la igualdad de religiones en los años 60, muchos judíos que se habían marchado de España pudieron regresar al país. A ellos se le suman los que se quedaron pese a los riesgos; y así la Barcelona actual cuenta con la población judía más importante de España. Sin embargo, la historia y la cultura de esta religión no atrae la atención mayoritaria. “España es un país radicalmente católico”, dice Laura Vázquez, una de las guías de la Sinagoga Mayor.
Según dice, esa es la razón que la población judía parece casi inexistente, y responsabiliza al gobierno local por la falta de reconocimiento de su gente. Según dice, el Ayuntamiento se mostró indiferente cuando comenzó la restauración de la Sinagoga Mayor, la más antigua de Europa.
Sin embargo, gracias a la ayuda de donaciones privadas, y el interés de algunos españoles y europeos, la Sinagoga Mayor se restauró y pudo abrir sus puertas hace una década. En su sala principal se percibe que casi todos los visitantes son extranjeros, la mayoría norteamericanos.
De hecho, el Call, el antiguo barrio judío barcelonés, es igual a cualquier otra zona del centro histórico, con sus pequeñas tiendas y restaurantes turísticos. Para los que no son judíos, pareciera como si esta religión no existiera en Barcelona .

Si el Call es el pasado del judaísmo, el presente se encuentra en la Calle Avenir, en el barrio de Gràcia. Rodeado de llamativas iglesias y escuelas católicas, se ve un pequeño edificio moderno que aloja a una sinagoga ortodoxa y a la sede de la Comunidad Israelita de Barcelona (C.I.B.) Tal como la Sinagoga Mayor, su presencia es inadvertida, pero a diferencia del templo antiguo, la C.I .B. sí pretende ser un punto de encuentro para la población judía actual.
Sin embargo, Darío Schneider, que trabaja en la C.I .B., revela que la mayoría de los visitantes siguen siendo turistas, y cada día, sólo se acercan unas diez personas para rezar, número que crece hasta los cuarenta los fines de semana. Aunque lejos de la magnitud de la cristiana o la musulmana, la población judía está creciendo. “Es difícil ser judío en Barcelona. No está muy presente aquí,” dice Neus, una de los feligreses durante un servicio de Shabbat el viernes por la tarde. “También hay pocas sinagogas y es difícil encontrar carnicerías kosher”, agrega.
Según Vázquez, cada vez más los españoles están mostrando curiosidad por las raíces judías de su país y poco a poco el judaísmo va ganando importancia. No obstante, falta mucho para que esta religión llegue a tener la transcendencia que tenía hace medio milenio y mientras que España no la reconozca como una parte integral de su cultura e historia, seguiría en las sombras, como una fe escondida y olvidada. Pero como dijo el Rabino David Yavitvov, “Los judíos lo hemos pasado mucho peor. Muchas cosas han tenido que suceder para que estemos aquí, y si hemos sobrevivido hasta ahora, estaremos aquí por mucho más tiempo”.