La agridulce victoria de Clos
por: Gabriela C. Torres G., Montse Sitjà y
Sito Escayola
"Hemos vuelto a vencer”, estas fueron las palabras poco
convincentes del reelecto alcalde Joan Clos, luego de anunciar su
victoria. No obstante,
las sonrisas estaban a mitad de camino. Lo sabían. Con una participación
mayor a la de 1999, los barceloneses dejaron a los socialistas con
cinco regidores menos al adjudicarles sólo el 33% de los votos
(en el 99 habían obtenido el 45%).
La jornada electoral de Joan Clos ya había empezado complicada.
A las once menos cuarto de la mañana había acudido a
votar, acompañado por su esposa, al colegio del sagrado Corazón
de la calle Caspe. Pero allí le aguardaban, además de
algunos compañeros de partido y muchos periodistas, un grupo
de jóvenes con pancartas y carteles. Criticaban la pasividad
del Ayuntamiento de Barcelona ante el encarcelamiento de tres jóvenes,
acusados de terrorismo, de la localidad de ilerdense de Torà.
Al oír los gritos e insultos que proferían los manifestante
Clos agarró con fuerza el brazo de su mujer y se escabulló entre
las cámaras y los curiosos. Una vez dentro del colegio electoral
el alcalde recobró su gesto y retardó su salida tanto
tiempo como le fue posible.
Depositó su voto con un rostro posado de indiferencia y saltó a
la calle abrazado a su mujer. Los jóvenes decidieron que si
Clos no quería oírlos delante del colegio electoral tal
vez lo haría en su trayecto de regreso a casa. De este modo,
Clos anduvo durante diez minutos escoltado por una comitiva de políticos,
periodistas y jóvenes anti-fascistas que le gritaban: “hipócrita” y “carcelero”.
Más relajado, el presidente del PSC y candidato a las autonómicas,
Pasqual Maragall, había aparecido al mediodía en el Instituto
Gal.la Placidia del barrio de Gràcia en la avenida Príncipe
de Asturias para votar junto con su mujer —quien lucía
una visible pegatina contra la guerra— y su tía mayor.
Era un auténtico hervidero de movimiento. Rígido, con
el semblante serio y sin hacer concesiones a los flashes, Maragall
pasó desapercibido, votó, posó para la foto y
se marchó con la misma actitud marcial con la que había
llegado.
A la noche, compareció en la sede del PSC. Pese a que las botellas de
cava que se estaban enfriando desde tempranas horas del día permanecían
guardadas, Maragall fue presentado como el “presidente de la Generalitat”.
Después de ensalzar las pocas luces de la victoria, admitió que
no esperaba tanta “cohesión en el voto de las derechas” y
el aumento de las minorías de izquierdas. Pero con habilidad, desligó el
resultado de ayer de las autonómicas de octubre: “No eran las primarias...
sólo las primeras”.