Por Neus Ráfols
La regularización: los que perdieron el tren

Después de que el proceso de normalización para trabajadores extranjeros ha terminado, las estadísticas gubernamentales apuntan que casi 700 mil sin papeles podrán obtener el permiso de trabajo o de residencia. Aunque es un avance social, ya que se partía de un contingente de casi un millón y medio de personas en situación irregular, aún quedarán alrededor de 850 mil inmigrantes vagando por el país sin derechos laborales. Rostros que trabajan sin contratos ni estabilidad para ellos ni para sus familias. Trabajadores convertidos en comodines de la rentabilidad económica de un empresariado que hoy les da pan para comer, y mañana, quien sabe.

Recordando la festividad del Día del Trabajo, ser un sin papeles en un mercado laboral precario como el que se esboza en España, es volver a la máquina del tiempo y encarnar a un obrero u obrera de inicios del siglo XX; quienes no pueden enfermarse, ni negarse a las horas extras, porque pierden el salario y el trabajo; pero a quienes se les anula el derecho a la maternidad, a los días festivos y de descanso. Hablar acerca de los sin papeles es esbozar personas sin derechos sociales ni laborales en una España del siglo XXI incorporada suavemente al Estado del Bienestar de la Unión Europea. Hay que reconocer, sin embargo, los esfuerzos del Gobierno de Rodríguez Zapatero para que este proceso de regularización sea un tren con máximos pasajeros. El Ministerio de Trabajo abrió, en febrero, la posibilidad de que el solicitante demuestre que llegó al país antes del 8 de agosto del 2004, con documentos alternativos al padrón, como cuentas bancarias; ya que la carta de empadronamiento dificultaba los trámites para muchos. Con esta nueva modalidad, el empadronamiento por omisión, la administración quiso facilitar la obtención de los requisitos para regularizarse: un contrato de trabajo de seis meses y un certificado de antecedentes penales que demuestre la "virginidad" penal del solicitante. Ha habido un avance, pero 850 mil personas en condición irregular seguirán siendo una cifra más de la exclusión social de España. Una estadística que el Ejecutivo socialista tendrá que resolver, porque habla de personas que, aunque están ilegales jurídicamente, existen; forman parte de una realidad de la economía sumergida que evade impuestos y anula humanos. Una realidad que el Gobierno de Aznar quiso ignorar, y la sombra de sin papeles no paró de crecer ni padecer abusos empresariales, de mafias, violaciones a los derechos humanos y otros tratos denigrantes, impropios de un país el cual aspira a un buen nivel de vida para todos.

La revisión de la Ley de Extranjería; la descentralización de las competencias sobre la inmigración a los gobiernos autonómicos, como pide la izquierda catalana en el proyecto del Nuevo Estatut; u otros futuros procesos de regularización; son caminos que el "talante" de Zapatero tendrá que idear para que la vida de los sin papeles sea dignificada, y su condición de sombra, convertida en otra realidad más humana.