Por David Placer
Competencias sí, pero ¿para qué?

Los políticos catalanes no paran de repetirlo. La exigencia es recurrente en sus discursos y cada vez se abandera con mayor frecuencia y rotundidad. No resulta novedosa, pero la gritan con mayor fuerza: quieren controlar y gestionar la inmigración. Desde Pujol hasta Maragall, desde Carod Rovira hasta Joan Saura. Con excepción del Partido Popular, todos desean que se decida desde Barcelona quién entra y cómo se distribuirán los extranjeros en Cataluña.

Se trata de una petición lógica, pero que debería inquietar por lo que encierra. Al ser consultados sobre las nuevas políticas de inmigración, los dirigentes lucen esquivos. No son claros, al menos voluntariamente. Sólo por medio de algún desliz dejan ver sus verdaderas preocupaciones. "El mestizaje con la nueva inmigración -la latinoamericana- supondría el final de Cataluña", afirmó hace algunos meses el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, impulsor de las demandas de las competencias en inmigración en Cataluña.

Ante las declaraciones que avizoran una catástrofe nacional proveniente -maleta en mano- de América del Sur, Ernest Benach, president del Parlament, fungió como intérprete oficial de Pujol: "Realmente no quiso decir lo que dijo", explicó Benach antes de mostrar su preocupación porque Cataluña está recibiendo más musulmanes que Madrid. Mientras, dentro y fuera de CiU, los nacionalistas e independentistas hacen esfuerzos por remendar el elocuente resbalón verbal de Pujol, el actual President de la Generalitat, Pascual Maragall, pide a Zapatero que le otorgue las competencias de inmigración para "hacer una mejor distribución de ella en Cataluña", aunque no especifica cómo ni por qué la llevará a cabo. ¿Qué incomoda a la clase política catalana de la gestión de inmigración que realiza en Gobierno central? ¿Se trata simplemente de un anhelo más en las exigencias de autogestión o pretende realizar sustanciales modificaciones en la política de inmigración? Si de eso se trata, se debería informar a los ciudadanos si una gestión autonómica estaría destinada a evitar la catástrofe del mestizaje que avizora Pujol o, más bien, a impedir que Cataluña reciba más inmigrantes musulmanes que Madrid.

Con la ilusión de que todo lo que se ejecute en Cataluña estará mejor hecho que en Madrid, Carod Rovira, hombre fuerte de Esquerra Republicana de Catalunya, intenta convencer de que una gestión catalana de extranjería convendría más a los ciudadanos tanto nacionales como a inmigrantes. Por su parte, Artur Mas, cabeza de CiU, arremetió contra Maragall por permanecer pasivo ante el proceso de regularización que adelanta el gobierno central. "Es usted un simple espectador, un outsider del proceso", acusó Mas. En el fondo, Mas -como buena parte del nacionalismo catalán- reclama presencia, mayor voz, espacios para dejar claro que Cataluña tiene algo que exigir. En los asuntos de inmigración, quieren ratificarle al Estado que la política catalana necesita hablar con voz propia, aunque nadie sepa exactamente qué debe decir.