Y sigue el ruido...
por: Mireya Roura
fotos: Diego Calderón


Uno de cada tres barceloneses está expuesto a niveles de ruido que superan los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En la campaña electoral, la contaminación acústica ha sido un tema secundario.

El ruido es uno de los principales problemas ambientales de Barcelona, según ambientalistas y estudios recientes. El 35% de los ciudadanos de esta ciudad están expuestos durante el día a ruidos que superan los 65 decibelios, un valor considerado no aceptable por la OMS, que recomienda un límite de 50 decibelios. A pesar de ello, el Ayuntamiento admite hasta 75 decibelios en vías muy transitadas. El tráfico en la Plaza Lesseps, General Mitre, Via Augusta, Aragón y otras calles del Eixample registra valores de hasta 90 decibelios.

Las zonas más conflictivas siguen siendo las terrazas de Gràcia y del Born, los edificios que se levantan casi por encima de las vías de tren de Sants y las zonas limítrofes a los hospitales, azotadas por el sonido intermitente de las sirenas. Discotecas, terrazas, vecinos molestos... A pesar de todo el ruido, la contaminación acústica es secundaria para la mayoría de ciudadanos, quienes la aceptan como algo inevitable. El psicólogo ambiental Sergi Valera asegura que la exposición al ruido no sólo provoca problemas auditivos, sino también alteraciones gastrointestinales, úlceras, aumento de la presión sanguínea, dolores de cabeza y alteraciones en la secreción hormonal. También puede provocar indirectamente cuadros de estrés, ansiedad y otras enfermedades psicológicas.

Mil trenes y el séptimo de caballería
Basta imaginarse qué es vivir a 3 metros de seis vías de tren. Maria Àngels Boix calcula que pasan más de mil trenes diarios por delante de su casa; en las horas punta, según ella, llegan a pasar hasta 4 trenes al mismo tiempo. “Hay momentos en que no se puede escuchar la televisión; en verano lo tenemos todo cerrado, tuvimos que instalar ventanas con triple vidrio”. A Ester Melcolm le cambió la vida con la llegada de sus nuevos vecinos en el Guinardó. “Tenía el séptimo de caballería encima mío, no podía dormir y tuve dermatitis. Me avergonzaba del problema y no sabía a quién pedir consejo. Al final me cambié de piso”. Actualmente, esta mujer es la secretaria de la Asociación Catalana Contra la Contaminación Acústica (ACCCA), que recibe una media de tres llamadas diarias para denunciar problemas de tráfico o de molestias causadas por vecinos, discotecas o bares. “El principal problema es la falta de conciencia que hay frente al asunto. Cuando hablas de ruido y dices que te encuentras mal, te miran como un marciano”. La asociación también ofrece asesoría jurídica. Lluís Gallardo, abogado de la entidad, ha aconsejado a más de 300 personas desde que se fundó la asociación en 1998.

Una de las soluciones a este problema que impulsó el Ayuntamiento de Barcelona fue el pavimentado con asfalto poroso, que absorbe los ruidos y los reduce en 2 decibelios. Desde 2001 se subvenciona hasta la mitad del coste de instalación del doble vidrio en las ventanas de los pisos afectados por la contaminación acústica. Sin embargo, esta medida es muy poco efectiva, según el ingeniero acústico Roberto Barti. Para este especialista, el problema está en la construcción de las viviendas. Desde el año 1982 hay unas normas de la construcción que actualmente no se cumplen. “En países como Francia no se aprueba ningún proyecto sin el asesoramiento de un especialista en acústica. En España, sin embargo, esta tarea la asumen los arquitectos, que no están suficientemente preparados en este tema”.

En marzo, el Gobierno aprobó el proyecto de Ley del Ruido que se está aplicando sobre las actividades, infraestructuras, equipos, maquinarias, o comportamientos que generan contaminación acústica. El proyecto establece multas de hasta 300.000 euros y clausura de las instalaciones emisoras de ruido por incumplimiento. La ley también contempla la elaboración de mapas de ruido para dar información sobre los puntos más graves. No obstante, Roberto Barti considera que esta medida no tiene ninguna utilidad, “porque el ciudadano tendrá el mismo ruido con o sin el mapa”.

Propuestas políticas
De cara a la campaña electoral, CiU propone reducir el tráfico incentivando el transporte público e invirtiendo en equipamientos menos ruidosos. Reconocen que la gran fuente de problemas es la convivencia cívica en las calles y en las viviendas. Su propuesta pasa por rebajar los impuestos municipales para residentes en calles con exceso de ruido. Los candidatos de ICV, Imma Mayol, y ERC, Jordi Portabella, no están de acuerdo con esta idea. Mayol considera que las rebajas fiscales no son adecuadas porque lo que hace falta es mejorar las condiciones de vida. Portabella coincide con que hay que promocionar formas alternativas al coche, incentivando también el transporte público.

Por ahora, un concierto de ruidos sigue acompañando la vida de los barceloneses. En 2001 se publicó un estudio europeo que calificaba a Barcelona como la segunda ciudad más ruidosa del continente. Las soluciones van llegando. Se ha conseguido una mayor concienciación del problema, pero todavía son pocos los que se quejan. Mientras, 90 decibelios entran por nuestros oídos y los bocinazos siguen siendo nuestros despertadores.