De las casas baratas al césped del Camp Nou
Por Marta Parreño

Tiene 22 años, el pelo teñido de rubio, casi blanco, un pendiente en cada oreja y una cara de niño en la que apenas se puede adivinar todo lo que ha conseguido. Se llama Sergio García, es de Bon Pastor y un buen día, siendo muy pequeño, fichó por el Barça. En muy poco tiempo Sergio pasó de faltar al colegio y deambular sin rumbo por las Casas Baratas a atarse las botas en el vestuario del Camp Nou al lado de Ronaldinho: “no me gustaba estudiar, faltaba mucho y si no tuviera el fútbol estaría por aquí por el barrio dando vueltas”.

 
Su secreto: un talento innato con la pelota en los pies; su mejor arma: la familia; su aliciente: tener cerca a sus amigos. Y un lugar predilecto para vivir: Bon Pastor, “es un barrio que me gusta y no lo cambiaría por ningún otro. Yo me haría una casa aquí grande para todos mis amigos”.
Santi, Huevo, Manuel y Juan siempre han estado con él; son los amigos de toda la vida, los ‘colegas del barrio', su club de fans número uno, sus incondicionales, testigos privilegiados de su historia y de todos los pasos que fue dando hasta llegar a la élite del fútbol.
Con tan sólo dos años su abuelo, vasco, le regaló la camiseta del Athletic de Bilbao y con seis ya empezó a jugar en la Damm.

El 20 de octubre de 2002, el entonces entrenador del Barcelona, Louis Van Gaal, demandó sus servicios y Sergio, con 19 años, se vio en el campo del Brujas de Bélgica rodeado de sus ídolos: Riquelme, Kluivert, Frank de Boer... en un partido de la Champions League; “Aquél fue el momento más feliz de mi vida”, afirma.
Ese día, Juan, Huevo, Santi y Manuel veían el partido por la tele atónitos, emocionados, orgullosos de su colega y de la culminación de sus deseos. Para ellos Sergio representa la lucha, la tenacidad, la convicción de que nada es imposible. Sergio camina por Bon Pastor y alimenta los sueños de sus vecinos, de los niños que se le acercan y le piden autógrafos, “no me gusta firmar autógrafos; bueno me gusta porque a los chavales les hace ilusión pero no me gusta eso de salir por la tele, no me siento cómodo”.
Hace ya dos años que tuvo que marcharse de Barcelona. Desde entonces ha vivido un año en Valencia, donde estuvo jugando en el

 
Levante. Y ahora está en Zaragoza, donde comparte piso con sus padres, que cuidan de él y le acompañan siempre a donde vaya.
Aunque vive allí, Sergio sigue teniendo su casa en Bon Pastor, en la calle Bellmunt, en el corazón de las Casas Baratas. Ahí están su hermana pequeña y sus abuelos y es donde van a buscarle sus amigos cada vez que Sergio tiene un día libre y se viene rápidamente a Barcelona. Entonces aparece por las calles estrechas con un BMW todo terreno que apenas pasa por ellas al ritmo flamenco de El Cigala, su artista favorito. “Me encantan los coches. Si tuviera todo el dinero del mundo me compraría los mejores que hubiera en el mercado y los más caros”.
Muy cerca de su casa, en la misma calle Bellmunt, sus abuelos maternos tienen un bar pequeño, oscuro, que huele a cerveza y a aceite de freír, el Bar Manolo. Allí hay toda un pared dedicada a Sergio, un santuario familiar donde se puede conocer por imágenes la corta pero intensa vida deportiva de su nieto. Hay fotografías del día de su debut en el Camp Nou, otras en las que aparece sosteniendo algún trofeo, algunas con la equipación de la selección española, portadas de periódicos... y en el centro una muy especial: Sergio después de un partido sosteniendo una bandera del Barça, en el césped, sonriente, con un camiseta blanca sin mangas que dice en letras rojas “para Buen Pastor”.
A pesar de su imagen de chico duro, acentuada por los constantes cambios de peinado que le caracterizan, “Sergio es un chico introvertido, más tímido de lo que parece”, tal y como afirma su ex compañero del Levante Jofre Mateu. Sergio no habla mucho y no tiene muchas cosas en común con los jugadores con los que comparte vestuario, “él siempre procura volver a la ciudad y estar con los amigos de toda la vida del barrio y sigue muy atado a sus padres”, dice Jofre. Quizás eso sea, en parte, porque Sergio tiene muy claro quién es y de dónde viene, por eso se siente más a gusto con Huevo, Manuel, Santi y Juan que con las estrellas del fútbol, prefiere comer en el Bar Manolo que en cualquier restaurante de lujo y antepone Bon Pastor a cualquier otro barrio de cualquier otra ciudad.