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Grandes cambios en la agricultura catalana
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Por Miquel
Godó, Luis Marchal, Lucas Urdaneta
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"Cataluña tiene hoy 20 mil personas trabajando
en el campo y mañana tendrá dos mil." Albert
Recio, profesor titular de Economía Aplicada
de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB),
lo afirma con rotundidad. La disminución de
los trabajadores catalanes en el campo es evidente,
mientras aumentan los de fuera. Ha habido dos
cambios principales en la agricultura catalana:
mecanización de los procesos y presencia de
inmigrantes.
La provincia agrícola por excelencia es Lleida,
seguida por Barcelona y Tarragona. Girona presenta
alto índice de paro en el sector, pues tiene
menos superficie cultivable.
A pesar de todo, las plantaciones de frutas
abarcan alto número de mano de obra. Muchos
de los extranjeros que trabajan en este sector
están sin documentos, ya que la pequeña empresa
es más difícil de controlar. "A los patrones
les da miedo que se organicen y monten sindicatos",
dice Recio. Esto se ve en el caso de los marroquíes,
que fueron los primeros en llegar y, al unirse,
los empresarios buscaron otras nacionalidades
como los provenientes de países de Europa del
Este y América del Sur.
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Los empresarios también han cambiado sus formas
de actuar con respecto a los inmigrantes. Gemma
Francés, investigadora de la UAB, comenta que
es debido a dos factores: "el miedo a las multas
por los accidentes laborales y las denuncias
de los trabajadores organizados cambian las
costumbres de los propietarios". No obstante,
muchos siguen en situación irregular. Recio
dice que "hay una falta de voluntad de la Administración
por regular estos colectivos". También señala
que, en algunos pueblos, los propietarios de
explotaciones agrícolas se han convertido en
verdaderos grupos de poder que condicionan a
los propios alcaldes de los municipios para
que no actúen contra la inmigración ilegal que
trabajan para ellos. "Es un problema de cultura
política", concluye Recio.
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Las explotaciones han crecido y eso obliga
a buscar mano de obra extranjera. Ésta es temporal,
por el tipo de cultivo estacional. En contraste
con Murcia y Almería, en Cataluña aumentan los
contratos en origen. Cuando terminan el trabajo
algunos vuelven a su país o encuentran uno similar
en otra zona. Antes no era así, la mayoría eran
ilegales y, al terminar la temporada, se quedaban
desocupados, "con el problema de inseguridad
que eso acarrea", como dice Lourdes Viladomiu,
del departamento de Economía Aplicada de la
UAB.
La agricultura es el último sector donde la
gente quiere trabajar. La Seguridad Social agraria
es muy precaria: el trabajador no tiene derecho
al paro, cotiza menos y eso disminuye su poder
adquisitivo. Se convierte en un sector puente
para acabar en la construcción. Viladomiu distingue
entre el inmigrante sudamericano y europeo del
Este, por un lado, y aquellos que vienen del
norte de África, por otro. "Los latinoamericanos
han sabido escalar más rápidamente que los magrebíes.
Estos últimos suelen ser más cerrados". Además,
con la llegada de sus mujeres, vinieron los
imanes y se encerraron en su propia sociedad.
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En España se concentran la mayor cantidad de
inmigrantes latinoamericanos. En cambio, en
Cataluña, la procedencia es africana. Aún así,
cabría matizar entre las diferentes comarcas.
En el Empordà se concentran los magrebíes, mientras
que en el Maresme se encuentran muchos subsaharianos.
El caso de Lleida es singular: fue el primer
lugar de Cataluña donde se empezó a contratar
en origen en el año 1992. En el 2003 se ha llegado
a los 3.641 trabajadores contratados, de los
cuales el 60 % son extranjeros: un 33 % son
rumanos, un 25 % colombianos y un 3 % marroquíes.
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En los 80, había una gran escasez de mano de
obra en el sector agrario normal. Con la aparición
del Plan de Empleo Rural en Andalucía y Extremadura,
que da derecho a un subsidio de paro por trabajar
dos meses al año, los andaluces y extremeños
dejaron de venir a trabajar a Cataluña. Este
hecho fue decisivo para la entrada masiva de
extranjeros. El inmigrante norteafricano iba
camino de Francia y el norte de Europa, pero
se decidía quedarse en Cataluña. "En el camino
encontraban trabajo y se iban quedando", según
Viladomiu. Actualmente, uno de los grandes problemas
que hay en la agricultura es la falta de calificación
de los trabajadores inmigrantes. Este hecho
se está solucionando con la llegada de los trabajadores
del Este que están mejor preparados que los
magrebíes. Otro problema es que los jóvenes
españoles se alejan del campo y, los que se
quedan, no generan suficientes ingresos en sus
explotaciones para permitirse los fines de semana
libre.
Viladomiu ve que la agricultura sigue arrastrando
el gran problema de imagen de siempre: se asocia
con trabajos pesados y jornadas largas que acaban
en manos de los inmigrantes. Esto no necesariamente
corresponde a la realidad, "la agricultura es
más ahora una empresa; no es una explotación
familiar como se vivía en los 60", concluye
la académica.
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