foto del Archivo Nacional de Méjico

Niños de Morelia: el exilio olvidado
Por Yadira Hidalgo y Neus Ràfols

Se fueron pensando que regresarían en tres o cuatro meses pero para la mayoría, la expedición a México duró toda la vida.

El 7 de junio de 1937, el buque Mèxique arribó al Puerto de Veracruz con 451 niños españoles a los que sus padres habían enviado a través del Atlántico, para ponerlos a salvo de los bombardeos franquistas durante la Guerra Civil. El gobierno del entonces presidente de México, Lázaro Cárdenas, los acogió en Morelia, ciudad que se convertiría en el único lugar al que realmente pertenecen.

Los bombardeos no cesaban, por lo que desde 1936, el gobierno de la II República creó el Departamento de Infancia Evacuada, un organismo que se encargó de trasladar a miles de niños, primero a las retaguardias republicanas y después a los países que simpatizaban con la República. Así, el gobierno republicano protestaba ante la opinión pública internacional por su pasividad en el conflicto español. "Nos reunieron en el Hotel Regina de la calle Bergara en Barcelona. A nadie dejaron despedirse, pero creíamos que iríamos por poco tiempo" recuerda Juan Navarro, un anciano que se fue con 12 años y que actualmente, con 81, reside en Vitoria.

El Gobierno mexicano aceptó trasladar y alojar el tiempo que fuera necesario a 451 niños y al personal sanitario y educativo que los acompañaba, en Morelia, Michoacán. Habilitaron dos antiguos colegios salesianos, uno para niños y otro para niñas, que recibieron el nombre de Internado España-México. Constituyeron el escenario de una vida en común que duró 6 años, pero que los marcó para siempre. El final del mandato de Cárdenas marcó el principio del fin del internado, lo que dejó las vidas de estos niños a su propia suerte. Algunos se acogieron a las casas hogar construidas para los exiliados españoles, otros regresaron a España. La mayoría nunca volvió, se adaptó a su nueva patria y ella los adoptó como tal.

La hermandad del exilio
La experiencia de crecer huérfanos de padre y patria, durante casi 6 años y tener que adaptarse a nueva vida a temprana edad, forjó un fuerte sentimiento de identidad en "Los Niños de Morelia", una conciencia de grupo que persiste tras 68 años. "Somos los grandes olvidados. De los niños de Rusia se ha hablado más, pero tal vez porque lo pasaron peor. Pero también somos víctimas del franquismo", reclama Joaquina Barriendos, de 79 años y natural de Zaragoza. "Mucha soledad es lo que sentimos desde el primer día", dice recordando a la niña de 11 años que subió en la estación de Francia al tren que los llevó a Burdeos, y de ahí a México. Joaquina es hermana de otro "Niño de Morelia" y está casada con uno de ellos, Nicolás León, con quien vive en Valencia. Comenta que aún mantienen el contacto con algunos de aquellos que zarparon en el Mèxique en mayo de 1937.

"Somos los grandes olvidados. De los niños de Rusia se ha hablado más, pero tal vez porque lo pasaron peor. Pero también somos víctimas del franquismo", reclama Joaquina Barriendos, de 79 años y natural de Zaragoza. "Mucha soledad es lo que sentimos desde el primer día", dice recordando a la niña de 11 años que subió en la estación de Francia al tren que los llevó a Burdeos, y de ahí a México. Joaquina es hermana de otro "Niño de Morelia" y está casada con uno de ellos, Nicolás León, con quien vive en Valencia. Comenta que aún mantienen el contacto con algunos de aquellos que zarparon en el Mèxique en mayo de 1937.

El regreso de los Niños
Del los 451 morelianos que llegaron a México, quedan vivos alrededor de 140. 20 viven en España y 123 en México. Estos últimos se reúnen cada año, y cada cinco se realiza un evento al que asisten los que están fuera. Entre los que regresaron, intentar definir a qué país se pertenece provoca diversos enfoques: "Me siento mexicano. Ahí viví 70 años de mi vida. El exilio me quitó una familia, pero en México construí otra", comenta Miguel Barriendos, de 78 años y residente en Valencia. "Soy más mexicano que español, repudio mi nacionalidad española", enfatiza Juan Navarro. "Soy española, aunque a mi México que no me lo toque nadie. México es mucho México" subraya emocionada Anna Segura quien vive a sus 81 años en Barcelona. "Soy ciudadano del mundo. Con el exilio aprendí que todos somos iguales" destaca Juan Acosta, moreliano de 80 años residente en Barcelona. Así, después de 68 años, aquellos Niños de Morelia, ahora ya ancianos, pasaron de ser víctimas de una guerra a forjar la identidad de una pequeña patria, la de ser, eternamente hermanos y morelianos.

DESPIECE:
Los morelianos que volvieron se delatan fácilmente por el uso de un vocabulario mexicanizado y un seseo que no esconde la nostalgia. Entre éstos y los que se quedaron en la patria adoptiva existe una correspondencia en la que resalta la pertenencia a un grupo. Fragmento de carta entre morelianos. (Carta de Antonio Aranda a Juan Navarro del 27 de febrero del 2005) "Estimado Juan, recibí tu carta con mucho gusto después de algunas peripecias porque el Centro Republicano de la calle López cerró, pero al fin llegó a mis manos. Creo que te debes acordar de mí, como yo de ti, porque éramos del mismo pelotón; yo era el número 45 y tú eras el 43 o 44 (…) Ortiz hace tiempo que falleció y su primo Juan se fue a vivir a Barcelona, hace años que no sé de él, como de otros muchos que regresaron a España (…) Como te puedes dar cuenta, los Niños de Morelia formamos un grupo unido y familiar; nuestros hijos se conocen entre ellos y llaman tíos a los compañeros. Nos reunimos cada año en una comida los que vivimos en Ciudad de México y cada cinco se organiza una gran comida familiar donde asisten los compañeros que viven en las provincias (…) Nos acompañan nuestros hijos y nietos. Las compañeras gozan cantando las canciones que entonábamos en Morelia, bailamos igual un paso doble que la bamba, y nos tomamos la foto del recuerdo, que cada vez es más pequeña. Normalmente asisten a estas celebraciones, la esposa del General Cárdenas y su hijo Cuauhtémoc, quien nos llama hermanos, lo que hace más emotivos estos eventos. Cuando vea a los compañeros, les comentaré de tu carta, algunos te recordarán y les dará gusto saber de ti. Después de más de 50 años desaparecido, nos alegra que estés bien. Te mando un abrazo afectuoso. Antonio Aranda.