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Curas con aroma a café
Por Miquel Godó, Luis Marchal y Lucas Urdaneta

"Hace 35 años varios curas catalanes se marcharon a Colombia porque no había suficientes seminaristas", recuerda Carlos Alberto Ospina, rector de la parroquia de Pallargues. Dice que "ahora se está devolviendo el favor". Como él, once curas colombianos pertenecen al obispado de Urgell. La ausencia de seminaristas catalanes les trajo aquí. Sin embargo, no se consideran inmigrantes, porque no necesitaban salir de su país.

Explican que antiguamente había un capellán por pueblo. Ahora los hay que llevan hasta 32 pueblos. Esto dificulta que se puedan reunir; no sólo por el volumen de trabajo, sino por las distancias que hay entre parroquias. Aun así, intentan mantener el contacto. El primer año de estar aquí, hace catorce, estuvieron centrados en aprender la lengua y la cultura catalanas. También la idiosincrasia de la Iglesia del país. Después de esto, se marcharon a Barcelona a estudiar dos años de filosofía y tres de teología. Al mismo tiempo, hacían prácticas los fines de semana en las parroquias donde ejercerían posteriormente como vicarios. Iván Ayala, de 32 años y vicario de Artesa de Segre, comenta que los inicios no fueron fáciles. "El seminario de Barcelona es donde me costó más integrarme. Todo el mundo hablaba catalán (eran 37 catalanes y 3 colombianos). Yo, para llevar la contraria, me hice del Madrid", dice riendo. Incluso le sorprendió el estilo de hacer las misas aquí. "Los sudamericanos son más alegres. Aquí son reacios al más mínimo aplauso".

Sus feligreses son tan ortodoxos que se quejaron al obispado de que Iván diera las misas con esquís. "No es que fuera a dar la misa con los esquís puestos, simplemente los llevaba en el portaesquís del coche". Comenta que aquí la religión es muy tradicional. Según él, "no hay una verdadera cultura religiosa. La Iglesia catalana ha educado en dirección a los sacramentos. Esto ha hecho que los jóvenes de 14 a 25 años dejen de ir a misa". Ricardo Barba tiene 42 años y es rector de Esterri d´Àneu. Lleva una década en Cataluña. Dice que la integración ha sido buena. Al principio, sus feligreses les vieron con reticencias, pero "necesitan los sacerdotes y valoran mucho que vengamos de tan lejos". Recuerda que para su proceso de acomodación fue fundamental el dominio de la lengua catalana. "Es una puerta para integrarse y entender el sentir del lugar".

Hace 11 años llegó José Uriel, de 44 años y actualmente vicario de Puigcerdà. Ha intentado reproducir algunos de los proyectos que hacía en Colombia, como los grupos juveniles. Sin embargo, han sido difíciles de implantar en su parroquia. Según él, se trata de un problema cultural. "En Colombia el cura juega un papel más integrador en su comunidad, mientras que los catalanes se dedican a la parte sacramental". Señala que ha tenido algunas dificultades. En el pueblo se dijo que cobraba por dar vivienda a colombianos. Incluso que "pagaba dos millones de pesetas mensuales al alcalde" por quedarse aquí. Pero esto no tiene importancia para él y seguirá haciendo sus tareas eclesiásticas. "Ayudo a todos por igual".