¿Ha comprado alguna vez en el barrio barcelonés
de Sants? En la radio se pueden escuchar anuncios
que animan a ir allí, como si de un centro comercial
se tratase. Se puede adquirir desde una lavadora
en Miró hasta un pez tropical en Aqualand. Junto
a las tiendas tradicionales, se está dando un
nuevo fenómeno, sobre todo en los dos últimos
años: la aparición de bazares, locutorios, restaurantes
y tiendas de ultramarinos dirigidos por extranjeros.
Sants-Montjüic es el tercer distrito de Barcelona
con mayor número de inmigrantes, después de
Ciutat Vella y L`Eixample. Oficialmente hay
empadronados 24.969 inmigrantes que representan
el 14,7 % de los 202.489 que hay en la ciudad.
El Locutorio Badal (Rambla Badal) amplía los horarios
tradicionales. Abre de 10 de la mañana
a 12 de la noche y ofrece los servicios de internet,
fax, fotocopias, envío de dinero y recargas
de tarjetas telefónicas. En su interior hay
6 ordenadores, 7 cabinas y poco mobiliario.
No hay calefacción y el rótulo de la puerta
es sencillo.
En un tablón de anuncios
abunda la publicidad de transportistas.
De una pared cuelgan seis relojes. Uno
da la hora española y los demás, la
de los países de procedencia de los
inmigrantes del barrio: Ecuador, Colombia
y Perú, Argentina, Marruecos, India
y Pakistán. Sarwar, el dueño del local,
dice en inglés: "los locutorios son
importantes para los extranjeros. Los
españoles casi no los usan, excepto
para internet".
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foto de Luis Marchal |
Rosa Benito, la dueña del vecino herbolario
La Caléndula, comenta que no le ha afectado
ni para bien ni para mal este locutorio. "Han
proliferado porque hay mucha inmigración, hasta
hace dos años había una pastelería de toda la
vida llevada por dos personas mayores", apunta.
Pastelerías, peluquerías, colmados y vaciadores
(tiendas donde se afilan cuchillos) de siempre
dejan paso a nuevos comercios de inmigrantes,
como La Esquina de América en la calle De Pavia
o el Basar Gao Li en Joan Güell. Este último
tiene en su interior estanterías blancas de
madera lacada llenas de objetos dispares de
cocina, oficina y decoración. Destacan los woks
chinos (mezcla de sartén con olla). Mercè Martínez,
jefa del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento
afirma: "no se mira la raza de la gente cuando
pide una licencia de apertura. Los trámites
burocráticos son los mismos para todos". Dice
no poder facilitar una estadística de cuántas
tiendas nuevas se han abierto. Sara Ferrer,
auxiliar administrativa municipal de Licencias
e Inspecciones, tampoco puede dar datos. Simplemente
remite a la sección Infopime de la página web
del Ayuntamiento,
www.bcn.es, que no ofrece estadísticas
concretas del barrio.
El presidente de la Associació de Comerciants
Creu Coberta, Lluís Llanas, afirma que en las
calles principales sólo del 3 al 4 por ciento
de los comercios son de inmigrantes, por el
elevado coste de los alquileres de locales.
Sin embargo "en otras calles hay entre un 20
y un 30 por ciento". Referente a la ampliación
de horarios, considera que hay mucho desconocimiento:
"estas tiendas no incumplen la ley, todos los
comercios de menos de 300 metros, que no sean
franquicias, pueden tener abierto las horas
que quieran. El problema está en que trabajan
más personas de las que están dadas de alta
en la Seguridad Social". Reitera la importancia
de regular el comercio.
El dependiente paquistaní del locutorio Internet
Club en la calle Canalejas, Amer Shazod, muestra
la documentación del local sin pedírselo para
demostrar que están en regla. En un cuaderno
firmado por el ingeniero industrial Benito Cemeti
se puede leer: "no se almacena ningún tipo de
materia (ni primaria ni intermedia ni final)".Shahzod
lleva sólo 3 días trabajando aquí y confiesa
que sólo el 50 por ciento de los pakistaníes
que trabajan en el barrio lo hacen de forma
legal. Josep Escofet, presidente de la Asociación
de Comerciantes de la Calle Galileo, recalca
que las personas de las tiendas extranjeras
no se integran en la asociación. "Sólo hay uno
de Taiwán que lleva 10 años. En 4 ó 5 años el
comercio minoritario estará en sus manos. Importa
que no desaparezca el comercio porque las calles
sin comercio van durmiendo y asciende la delincuencia".
De una muestra de 180 tiendas elegidas al azar
en la calle Galileo, 13 son de extranjeros.
El peluquero Lluís Abellá, de la calle Galileo
317, después de 50 años en Argentina ha vuelto
a Barcelona. "Los cambios de horario no favorecen
económicamente. No crean puestos de trabajo
y se paga por 12 horas lo mismo que antes por
8. ¿Cuánta gente va a venir a cortarse el pelo
a las 3 de la mañana?", dice. La fisonomía del
barrio está cambiando. Los locutorios y comercios
dirigidos por inmigrantes adquieren cada vez
más presencia en la zona. Es raro no encontrarse
un locutorio en cada calle. Concha, una vecina,
compra en el Basar Gao Li mientras dice "¡qué
más me da que me hablen en castellano, catalán
o chino! Lo que me importa es poder comprar
estos trapos de cocina por un euro". Ramón se
olvidó de comprar el pan y lo hace a las 11
de la noche en una tienda de chinos que no recuerda.