Un alto coste para todos
por: Gerard Olivares

(25 de marzo de 2003) Las guerras, además de destruir vidas, han demostrado a lo largo de la historia que son caras, que interrumpen el comercio y que, en general, frenan el desarrollo y la prosperidad económica. Los conflictos suelen causar un repunte ficticio de la actividad (alta producción y empleo) acompañado de una fuerte escalada del consumo y de los precios en el periodo prebélico y durante el combate. Pero al final, cual castillo de naipes, todo ese tinglado económico se derrumba.

En el caso de la guerra de Irak, su impacto en la economía estadounidense y mundial dependerá fundamentalmente de su duración y de su extensión geográfica. El primer efecto podría suponer un aumento de los precios del petróleo hasta superar los 40 dólares por barril. Si la guerra, como Washington prevé, no dura más de tres meses y no se extiende a otros países productores de Oriente Próximo, la economía de los países industrializados podría no notar el conflicto e incluso beneficiarse de precios de la energía bajos a medio plazo. Una guerra larga y extendida, no obstante, podría arrastrar al mundo a la recesión, como señaló recientemente el director del FMI.

Parece indudable que EE.UU. se impondrá de manera aplastante en este conflicto bélico, pero sí existen muchas dudas sobre cuánto costará realmente la guerra a las arcas estadounidenses y queé consecuencias económicas puede tener para su economía y para el resto del mundo.

"Se entra en la guerra muy preparado militarmente, pero no económicamente". Así de contundente se muestra William D. Nordhaus, profesor de economía de la Universidad de Yale, en su informe sobre las consecuencias económicas de la guerra contra Irak.

Cifras estimadas
Hasta el momento, el Congreso americano sólo ha presentado dos estudios detallados sobre el coste de la guerra, partiendo de dos preceptos:
-Si nada se complica demasiado, EE.UU. se gastará unos 100.000 millones de dólares (el 1% del PIB estadounidense o el 14,5% del español), según la media de los cálculos de la Oficina de Presupuestos del Congreso de EE.UU. y por asesores del Partido Demócrata del Comité Presupuestario de la Cámara de Representantes, pero si todo sale muy mal, la cifra que se baraja podría ser 19 veces superior.

El coste en un escenario favorable podría ser, según el profesor William Nordhaus , similar al de la guerra del Golfo de 1991 e inferior a la de EE.UU. contra México (1846-48) o España (1898-89). Nordhaus, sin embargo, sostiene en su informe que estos cálculos son incompletos, puesto que no contemplan que después de la guerra se necesitarán por los menos 75.000 millones de dólares para mantener la paz y apuntalar al gobierno "amigo".

La cifra puede llegar a un máximo de 500.000 millones a lo largo de un decenio, teniendo en cuenta el desafío que supone Irak frente a misiones de paz similares en los Balcanes. Como él mismo dice observando los diferentes intentos de EE UU de "reconstruir" países (Haití, Bosnia, Afganistán), se ve "que Washington no ha descubierto ninguna fórmula para el éxito rápido y barato".

Algo que ha preocupado a Nordhaus y otros expertos es el hecho de que la Administración de Bush no haya hecho estudios serios sobre el coste de la guerra que se avecina ni de su impacto en la economía. Ni siquiera teniendo en cuenta que el Presidente presentó unos presupuestos para 2004 con un déficit histórico de 307.000 millones de dólares.

Temor a un elevado coste
El temor a que Bagdad no sea un "paseo" para las fuerzas armadas estadounidenses y británicas sino un auténtico "pandemónium", comenta un experto del mercado petrolero en Londres, "está creciendo entre muchos analistas". Alan Reynolds, del Instituto Cato de Washington, se pregunta: "Si Irak es una amenaza militar y tiene armas de destrucción masiva, ¿cómo es posible que se esté tan seguro de que la guerra será breve?". Para este analista es muy optimista el cálculo del consejero de Bush, Larry Lindsey, de que la guerra costará como máximo 200.000 millones de dólares, y predice que la llamada Segunda Guerra del Golfo tendrá un coste, de media, de dos o tres veces esa cifra.

A medida que suben los costes de la guerra y más dudas se levantan sobre su duración y extensión, más fatídicos son los pronósticos para la economía mundial. Los mercados de valores estadounidenses ya acumulan un retroceso del 4% en lo que va de año y los principales de Europa de entre el 8% y 9%.

Hay una gran incertidumbre, además, porque ninguna de las grandes economías del mundo se enfrenta a esta guerra en una situación boyante. Ni EE.UU., ni Alemania o el resto de la UE, ni Japón, pueden presumir ahora de fuertes tasas de crecimiento. Lo único positivo de esta "debilidad" es que "durante las fases de desaceleración económica, como la actual, la intensidad de la guerra es menor que durante los ciclos de expansión", según concluye el profesor de relaciones internacionales de la American University Joseph Goldstein, utilizando como base los ciclos largos (de 48 a 55 años) establecidos por el economista ruso Nikolai Kondratieff en 1926.

Otra de las conclusiones de Goldstein es que la inflación es más fuerte después de un conflicto que el periodo previo. Los precios en EE.UU. se incrementaron después de las guerras mundiales, un 122% entre 1916 y 1920, y casi un 55% entre 1945 y 1948. Entre la inflación y el hecho de que toda guerra "distrae" recursos y esfuerzos de los sectores público y privado la inquietud de muchos expertos sobre el futuro económico aumenta.

El petróleo
También se añade la cuestión del petróleo. En un escenario malo, pero no el peor de todos, el economista de la Brookings Institution, George Perry, cree que el flujo de crudo al mercado puede llegar a reducirse en siete millones de barriles diarios si hay ataques de extremistas islámicos contra puntos de producción en Irak y sus vecinos, como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. En este caso, Perry prevé una contracción del 0,6% del PIB estadounidense. Para el resto de las economías de los países importadores de crudo, como España, la contracción en sus economías será igual o superior desde el punto de vista macroeconómico.

Parece obvio pensar que la guerra no vaya a producir un crecimiento económico ni un despegue en la economía mundial, sino más bien obligar a los americanos a pagar, mediante subidas de impuestos, recortes de gastos y aumentos de intereses, parte de los onerosos gastos de la guerra.

A excepción de los costes militares directos, todos los cálculos de Nordhaus deberían considerarse -cómo él mismo afirma-, "conjeturas bien fundadas". Sin embargo, como dijo el gran economista John Maynard Keynes, "es mejor tener razón de forma vaga que estar equivocado de forma precisa".

El coste económico de otros conflictos

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