El baile, el ritmo y la alegría brasileños tomaron
el Passeig de Gràcia , coincidiendo con el primer sábado
veraniego del año, de la mano de Carlinhos Brown y
su camarote andante. La iniciativa tuvo una respuesta multitudinaria
y reunió alrededor de 400 mil personas, en una nueva
demostración de respuesta popular por parte de los
barceloneses.
Familias enteras asistieron al Carnabalona, como se quiso
denominar a la particular adaptación barcelonesa que
se hizo del carnaval de Bahía. El equipo de 60 personas,
entre músicos y ballet, incitaron al baile durante
más de cinco horas. A pesar de la vibrante interpretación
de los temas, no todos los asistentes se contagiaron del virus
musical. Las barreras del desconocimiento, la timidez y un
sonido que no llegaba a todo el público pudieron ser
las causas del escaso movimiento de caderas que se detectó
entre los congregados, a diferencia de lo que hubiera ocurrido
en Brasil.
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Carlinhos Brown, en su afán por adaptar el espectáculo
a la ciudad, hizo varios guiños a la cultura catalana.
En su repertorio, ligeramente distinto al habitual en Salvador
de Bahía, integró una versión del himno
“Els Segadors” a ritmo de samba. Entre el público,
dos gusanos con los colores de la senyera precedían
a la carroza, también inspirada en el arte catalán.
El diseño del camión homenajeaba a Gaudí
y su conocido dragón.
Mientras los vips, con el alcalde Joan Clos a la cabeza, bailaban
sin agobios en lo alto de la carroza, conocida en Brasil como
trio elétrico, el público intentaba acercarse
como podía a la misma para ver, escuchar y bailar.
Aquellos que buscaban a Carlinhos entre los invitados no lo
encontraban. A diferencia del carnaval de Bahía, el
músico cantó a ras de suelo para reivindicar
la popularización del artista. Dos cordones de seguridad
protegieron al tribalista y su grupo, compuesto por percusionistas
y una bailarina denominada baiana, de los empujones del público.
Los colores verde y amarillo predominaron entre el gentío,
brasileño o no, en una muestra de que el país
tropical está más de moda que nunca en Barcelona,
gracias al nuevo ídolo de la ciudad, y gran ausente
del evento, Ronaldinho. También se echó en falta
la famosa caipirinha y altavoces que reprodujesen el sonido
a lo largo de todo el recorrido. Sin embargo, no faltaron
las camisetas del pentacampeón, brasileños nostálgicos,
demostraciones espontáneas de capoeira y el caos carnavalesco.
La caravana partió de Diputació con Passeig
de Gràcia y subió hasta la plaza Joan Carles
I para volver a su punto de partida. El cierre de estas calles,
y algunas adyacentes, provocó numerosas retenciones
de tráfico.
Los valores de la integración y la diversidad cultural
que promueve el Fórum consiguieron su objetivo gracias
al Carnabalona de Carlinhos Brown, y Barcelona fue una ciudad
brasileña más durante unas horas. Inolvidable.
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