Marcando las horas del mundo
por Marcela Salazar, Ursula Carranza y Mariana Aguilar


Treinta minutos para mostrar la diversidad cultural del mundo a través de la música y la danza. Ésa es la propuesta que presentó el bailaor de flamenco Antonio Canales para el Fórum a través de su nueva obra, “Diálogos alrededor del reloj”. Una pieza que intenta alcanzar el entendimiento entre las diferentes realidades culturales del mundo y, cuya intención es motivar al público a entender y amplificar esa misma diversidad cultural.


En un auditorio con más de 2000 personas, Canales, medalla de oro de Andalucía por su trayectoria artística, dejó clara, una vez más, durante la presentación del espectáculo su vocación de innovador del flamenco. Esta vez utilizó un reloj para representar, a través de las horas, las diferentes culturas del mundo. Cada artista, ubicado en su franja horaria, representaba durante tres minutos alguna pieza significativa de su región. Él, por su parte, era el conductor y ejercía, simbólicamente, el papel de las manecillas del reloj.

Primera parada, Brasil. Dos bailarines de capoeira deslumbraron con este baile de batalla, haciendo gala de su habilidad para los saltos y acrobacias. La siguiente parada fue el mundo árabe. Aquí, la sensual danza del vientre cobró protagonismo. En un espectacular traje blanco de lentejuelas, las sacudidas de cadera de la bailarina causaron más de un suspiro a los espectadores.

A continuación, una emotiva canción evangélica, interpretada por una cantante afro-americana, y una pequeña, pero muy divertida coreografía de ‘claquet’, transportó al público hasta Estados Unidos. Violines tocando diferentes melodías étnicas, guitarras flamencas y evocativos cantes se intercalaron entre los números, y sirvieron para darle paso a Canales que, con el arte y la sensibilidad de siempre, puso el acento excéntrico a la obra con sus interpretaciones.

Precisamente, la última de estas fue la más aplaudida. Canales, con una rosa en la boca, interpretó junto a otra bailarina una desgarradora historia de amor. Pasional y estremecedor a la vez, el número dio paso a la escena final de la obra, donde el noble ideal del diálogo entre culturas sirvió de idea final. Tras cumplirse los treinta minutos, todos los artistas se unieron en un círculo y echaron arena en el suelo para simbolizar la concordia y el entendimiento común.