En el cara a cara titulado Periodismo: ficción o
subversión, el escritor y periodista Juan José
Millás debatió con la escritora india Anita
Naïr sobre los límites del periodismo.
“El periodismo es literatura”, afirmó
Millás, para que, prácticamente al mismo tiempo,
Naïr objetara que “no puede convertirse en ficción”.
Aunque el autor valenciano se mostró de acuerdo con
que los profesionales de la comunicación no se pueden
inventar datos, señaló ésta como “la
única diferencia. Todo lo demás corre a cargo
de la imaginación”.
“La literatura influye en la realidad”, apuntó
Millás; “de ahí sacamos, por ejemplo,
nuestros modelos de amor”. Según él,
no es necesario que todo el mundo lea y reconoció
que el grupo lector nunca ha sido muy grande. “Pero
sí lo suficiente para trasladar los valores a la
sociedad en la que vive”, matizó. Aunque su
verdadera preocupación es que esa minoría
se vuelva demasiado pequeña y no sea capaz de inculcar
esos principios.
Por su parte, la escritora india se mostró de acuerdo:
“la literatura puede conseguir más cambios
que el periodismo”. Pero ella tuvo una forma distinta
de argumentar esta tesis. Apeló a la corta memoria
de los medios y al compromiso de los novelistas: “Lo
que es noticia hoy, mañana te sirve para envolver
el pescado. Los guardianes de la literatura tienen la gran
responsabilidad de poder intervenir en la sociedad”.
Según Millás, el periódico es “un
gran artefacto literario que despieza la realidad para luego
jerarquizarla”. El lector puede “saltarse a
la torera” el camino marcado por el editor y empezar
la lectura por donde “le venga en gana”. A raíz
de esta reflexión, afirmó que “la gente
busca textos que tengan una carga de realidad”. Por
eso el propio escritor observó que “un anuncio
clasificado que diga ‘vendo bombona de butano vacía’
representa más que el editorial del diario”.
“Una sociedad no lectora es la que sólo ve
sombras”, reflexionó y señaló
la palabra como un “instrumento de la visión”.
Para concluir la última jornada del diálogo
Información, Poder y Ética en el siglo XXI,
selló el debate con un segundo compromiso como escritor:
“Uno es responsable de lo que escribe, pero también
de lo que lee”.