Primera Edición
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Mare Nostrum
EMMA CERDÀ

El pasado noviembre Barcelona era elegida como sede de la futura Unión para el Mediterráneo (UPM). Un paso más en la vocación de la capital catalana de ser el centro de diálogo y cooperación entre las dos cuencas mediterráneas; dos riberas que unen Oriente con Occidente, lo que conforma una zona geográfica excepcional.

UNA VENTANA AL MAR (Emma Cerdà)

La cuenca mediterránea fue el inicio de la civilización occidental y testigo de honor del desarrollo de la cultura fenicia, la cartaginense, la Grecia clásica y, cómo no, el nacimiento del Imperio Romano, el gran impulsor de la sociedad actual. Un cruce de civilizaciones que ha traído como consecuencia la llamada “cultura mediterránea” caracterizada por la animada vida callejera, la comida y la vitalidad de sus gentes. Barcelona es el mayor ejemplo de este tipo de vida y representa en su totalidad la esencia mediterránea.

Millones de personas llegan anualmente a la ciudad condal buscando buen clima, buena comida y una animada vida nocturna. Y en Barcelona encuentran eso y mucho más. Una metrópoli innovadora, activa y que no olvida sus tradiciones. Una mezcla que dio como fruto, en 1995, al nacimiento del llamado “Proceso de Barcelona” que impulsaba a la ciudad a ser un referente del diálogo y la cooperación en el Mediterráneo. Pero no sería hasta julio de 2008 que la idea de un organismo común para toda la cuenca no cogería forma, oficializándose en noviembre de ese mismo año y designando Barcelona como sede de la misma.

La UPM está formada por todos los miembros de la Unión Europea, países que forman parte de la cuenca mediterránea (Albania, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Croacia y Turquía) y los estados formantes de la Liga Árabe e Israel. Por primera vez, judíos y musulmanes compartirán un espacio de diálogo, una esperanza más que se abre con este nuevo proyecto.

La ilusión es quizás el factor clave en esta nueva aventura política. Los líderes de todos los países han centrado sus expectativas en sacar adelante un proyecto que durante años ha quedado estancado. Para Nicolas Sarkozy, antes incluso de ser presidente de Francia, la idea de un Mediterráneo unido se convirtió en un verdadero objetivo y una idea reiterada en su discurso. Romano Prodi (presidente de Italia hasta 2008) y José Luis Rodríguez Zapatero no tardaron en unirse a esta idea, en un primer momento gala, pero que acabó siendo un verdadero reclamo de la mayoría de países de la ribera mediterránea.  

La oportunidad es histórica y Barcelona debe aprovecharla. Como ciudad tiene los “inputs” necesarios para convertirse en una metrópoli donde la interacción y la colaboración entre Oriente y Occidente sea, al fin, una realidad.