PORTADA| Inmigración | Análisis

El dinero lo cambia todo

Los inmigrantes son las primeras víctimas de la caída económica

CÉCILE CARREZ

Estar en paro se ha convertido en un virus que nadie puede controlar, la amenaza es omnipresente hasta el punto de que el futuro de cada uno es un limbo. Para la ola de inmigrantes que viajó a España durante el boom económico a buscar una calidad de vida garantizada, hoy en día lo común es sobrevivir como nunca. Este cambio de situación es normal: en tiempos de crisis, las más afectadas siempre son las minorías.

Ya no se habla de la población extranjera como motor del mercado laboral, sino como primera víctima de la crisis en el país europeo con la tasa de paro más alta. En Barcelona, una de las ciudades españolas mas afectadas por el racismo y la xenofobia, los inmigrantes tienen una preocupación añadida: la exclusión social.

Néstor Calle: Entidades Bolivianas
Reportaje: Sin nada que hacer
En la capital catalana, la mano de obra marroquí, ecuatoriana o boliviana en el sector de la construcción y de algunos servicios queda arrastrada por el paro. A corto plazo, se espera que pasado 2010 estos desempleados vuelvan a ser padres de familia y envíen remesas a su país de origen. No se va a restablecer la situación mañana.

Es muy probable que el flujo de inmigrantes se autorregule y que los trámites para conseguir los papeles se congelen. La tendencia actual pone trabas a las regularizaciones y a la reagrupación familiar en vez de dar la bienvenida. Para el economista Guillem López Casanovas, esta amenaza es relativa puesto que “la capacidad que tiene la inmigración para aceptar o mantener puestos de trabajo con rentas bajas es más alta que el resto de la población. Para las empresas, los menos interesantes y menos costosos para despedir son ellos, no los autóctonos.” Si esa “ventaja” se produce en masa, puede que la crisis excluya también a los autóctonos y que despierte envidias hacia las personas extranjeras. Según Iñaki Santacruz, profesor del Máster en Inmigración de la UAB, la primera “víctima” de las discriminaciones será la comunidad musulmana. Lo cierto es que el paro no tiene freno y aun menos para proteger a los inmigrantes. En el caso de Barcelona, esa consecuencia puede afectar incluso a los países latinoamericanos o árabes, donde las fuentes principales son las remesas.
Para mantener el nivel habitual y salvar a sus familias, los extranjeros están ahorrando al máximo. Sin embargo los inmigrantes están encarando mejor la crisis que la economía del país: los ingresos han caído más que las remesas. Claro, el país está sufriendo por falta de dinero, pero las personas primero.

En el futuro, las calificaciones profesionales de los extranjeros pueden ser un factor decisivo para salvarlos, con lo que una solución para todos es aprovechar la situación para reciclarse y formarse. El punto negro a ese remedio es que nunca hay financiación pública para programas de formación profesional. Para hacerle frente, pueden crearse empleos derivados, como las obras públicas o que los extranjeros se hagan más emprendedores en el incremento del auto empleo. O que les seduzca más el plan de retorno…

La experiencia de las crisis demuestra que se acentúan las desigualdades sociales, aumenta el individualismo y también la intolerancia: se impide la integración. Haya crisis o no, los inmigrantes son los menos cualificados, los más pobres, los que más aguantan para llegar a fin de mes… la esperanza del bienestar se aleja. La crisis es una prueba de fuego para ver si la inmigración acaba encajando en la ciudadanía o si se demuestra que las políticas indiscriminadas de llegadas de inmigrantes fueron un sinsentido político. Ahora se verá si existe una buena sintonía porque, cuando todo va bien, nunca se puede hacer análisis