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La tradición de informar

Por Yetlaneci Alcaraz

Corría el año 1881 cuando el primer número de La Vanguardia vio la luz. En ese momento, Barcelona era una ciudad en pleno desarrollo y el nuevo medio de comunicación era de los primeros en castellano en toda España. El objetivo de los hermanos Carles y Bartolomeu Godó i Pié –los fundadores—fue contar con un órgano de difusión del Partido Liberal, del cual eran miembros activos y que en esa época aspiraba a conseguir la alcaldía de Barcelona. En esta primera época del periódico, el lema que lo definía era “diario político de avisos y noticias”.
Foto: Yetlaneci Alcaraz

Desde su fundación y a lo largo de toda su historia, La Vanguardia quedó bajo la responsabilidad de los descendientes de los hermanos Godó. La dinastía fue la que se encargó de ampliar la empresa periodística, fortalecerla y posicionarla como una de las más importantes de Catalunya  y de España.

El periodista y colaborador de La Vanguardia, Joaquim Reglan, recuerda que la primera redacción y los primeros talleres del diario se ubicaban en la calle de las Heures, cerca de la Plaza Reinal. “La redacción no estaba pensada para periodistas, sino para oficinistas. El lugar de trabajo era un largo pupitre de madera en que se sentaban los redactores.

Sobre el pupitre había los tinteros y los palileros, que eran unos mangos de pluma sin depósito de tinta. Había que mojarlos en los tinteros y se usaban para redactar en las cuartillas, que era el tamaño habitual del papel. Para tomar notas en la calle o en los actos oficiales, los redactores más refinados manejaban el mítico lápiz Faber, que en 1840 había establecido las normas de longitud, diámetro y gradaciones  de las minas vigentes hasta nuestros días”, explica.

Fue hasta siete años después de su fundación, hasta 1887, cuando La Vanguardia adquirió el modelo de diario independiente. La última publicación como órgano del Partido Constitucional fue la del 31 de diciembre de 1887. Junto con la Exposición Universal de Barcelona, nacía así la nueva era de La Vanguardia.

Además de la nueva línea editorial, el periódico estrenaba también un nuevo formato con doble edición de mañana y tarde. La redacción y los talleres se mudaron a la calle Barberà y por esta época fueron tomando forma otros personajes distintos a los redactores: los ilustradores.   

La historia de La Vanguardia está llena de etapas que, coincidentemente, están ligadas a mudanzas tanto de la redacción como de los talleres. Así, el 18 de septiembre de 1892, el diario se trasladó a la Rambla, junto a los almacenes El Siglo. En este momento, la actividad periodística se beneficiaba con dos grandes avances tecnológicos: la luz eléctrica y el teléfono.

El 25 de octubre de 1903, el diario tuvo una nueva mudanza. Esta vez a la calle Pelai y la novedad fue una redacción hecha a la medida de los redactores con nuevas rotativas y un taller propio de grabado. En esta época, el diario era ya el más conocido de Barcelona.

En 1912, innovadora en el medio, La Vanguardia fue el primer diario en España en enviar corresponsales a Paris y Berlín que informaran sobre la Gran Guerra. Ello, repercutió positivamente en un aumento tanto de suscripciones como de ventas. Fue en este momento cuando el diario superó por primera vez en su historia el tiraje de 100.000 ejemplares.

Foto: Yetlaneci Alcaraz

Para 1934, el diario ya tiraba más de 177 mil ejemplares y había abierto una delegación en la capital, Madrid. Con el estallido de la Guerra Civil, dos años después, la Generalitat incautó el diario. Con ello inició una nueva era, en la que el periódico fue dirigido por primera vez por una mujer, María Luz Morales, y se convirtió en el principal órgano de expresión del gobierno de la Generalitat y de la República Española. En ese momento, La Vanguardia se nutrió de colaboradores dentro de los que destacaban los intelectuales más brillantes de la época.

Tras la victoria de Franco, la familia Godó recuperó el diario y su control financiero. No así la línea editorial, y como el resto de los medios, La Vanguardia fue sometida a las restricciones y a los dictados del nuevo régimen. La histórica cabecera fue cambiada por la de La Vanguardia Española y la dictadura impuso a los directores y se encargó de censurar las notas a publicarse.

Foto: Yetlaneci Alcaraz
Esa etapa negra llegó a su fin con la muerte de Franco y el cambio democrático que ello implicó. En la década de los años 70, la tirada ascendía a 222.000 ejemplares por día, que en su totalidad se vendían prácticamente sólo en Catalunya.