PORTADA>> Crónica de un día de trabajo de Albert Ollés

"En este trabajo ningún día es igual al otro"

Por Ana Presas

Foto: Anete Asare

Son las 11 de la mañana y el reportero de El Periódico de Catalunya, Albert Ollès, se encuentra en el barrio del Poblenou en una zona que parece haber sido alcanzada por una bomba: casas antiguas a punto de caerse, edificios derribados y agujeros en las calles son un escenario común en este barrio barcelonés.

Lo primero para un reportero cuando llega al área de trabajo es la observación. Ollès se detiene en las calles más afectadas por las obras y los derrumbes. Hace anotaciones de los nombres de las vías y las características de éstas. “Los detalles son importantes porque cada calle tiene sus peculiaridades”, cuenta Ollès. Y es que algunas personas del barrio conservan sus viejas casas, los que tienen posibilidades las restauran, otros las venden y las inmobiliarias hacen lo suyo construyendo torres con pisos modernos.

Para el reportero de sociedad encontrar temas es muy importante. “La mente no para”, asegura. Mientras la presión es muy importante: “ahora mismo estoy trabajando en un reportaje del Carmel que sale en la edición de mañana y este tema es para el fin de semana”, explica el periodista.

El reportero marca los posibles escenarios que le podrían servir al fotógrafo para plasmar el desastre urbano del que es objeto este barrio y que antiguamente era un lugar donde vivían principalmente pescadores. Actualmente se construyen lujosos apartamentos con vistas al mar. Lo viejo, lo nuevo y lo que está por construir marcan un importante contraste urbanístico. Ollès lo sabe y por eso está aquí. “Este tema  se me ocurrió el fin de semana comiendo en un restaurante de la plaza Prim”, comenta mientras se dirige al local para entrevistarse con el dueño de éste.

El reportero ha quedado con el fotógrafo Pere Batlle en el restaurante. Los dos llegan al mismo tiempo y saludan al dueño Josep María Maulini Ustrell, que los espera y los hace sentar en una de las mesas del local.

Ollés comienza a hacer preguntas sobre la situación del barrio. El señor Maulini cuenta que su local es una muestra de la realidad que se vive en el vecindario. “El comedor que está al fondo es muy moderno y lujoso, la fachada es la misma pero restaurada” describe el dueño del local, y afirma: “¡no me iba a cargar la parte antigua!”.

Foto: Anete Asare
Foto: Anete Asare

Después de la entrevista, Batlle le hace unas fotos a Maulini y ambos periodistas se despiden de él. Pero Ollés y Batlle siguen discutiendo acerca de las imágenes que deben plasmar esta diferencia residencial. Regresan a algunas de las calles por donde ha pasado antes el reportero y donde Batlle también ha entrevistado a algunos vecinos inconformes.

Al doblar la calle los periodistas encuentran un campamento de gente sin hogar que aprovecha la desorganización de las obras para buscarse un descampado donde vivir. Reportero y fotógrafo hablan con las personas que viven en esta comuna. La gente sin techo de Poblenou invita a  los periodistas a comer un plato de lentejas. Los reporteros rechazan la invitación y se despiden. Uno de los inquilinos del solar le comenta a Ollès que tiene a una hermana que vive en Badalona, también en la calle: “hazle un reportaje a ella”, le dice al reportero. Este último asienta con la cabeza y ríe.

Es entonces cuando Ollés y el fotógrafo se separan. Batlle debe hacer su trabajo y ya ha entendido la idea que necesita el reportero para ilustrar su trabajo. Y el ayuntamiento no puede recibir a Ollés hasta mañana por la mañana. “Ahora ya me han cambiado toda la

agenda”, asevera el reportero aunque asegura que esta situación es muy común: “en este trabajo ningún día es igual al otro”.

Ollés quedó de verse con un señor de la asociación de vecinos de Poblenou. Pero dicha persona no lo puede recibir: “estoy cuidando a mi hijo que tiene mal la rodilla y a mi nieto que tiene varicela”, le comenta el vecino a Ollès por teléfono. Este le pide que le envíe por correo electrónico los planos de los lugares dónde se están construyendo y derribando edificios. Después de todo, el periodista necesita el mapa para “hacer una infografía que ilustre el reportaje”.

Los vecinos saben que no pueden interrumpir las construcciones, y de ahí que “lo único que están pidiendo al ayuntamiento es que se respeten algunas edificaciones muy antiguas”, dice Ollès mientras regresa en taxi hasta la redacción de El Periódico.

La vida de un reportero de local no es fácil. “Trabajamos una media de 10 horas al día”, finaliza Ollès, que ha de terminar su crónica del Carmel para mañana y empezar a redactar la nueva noticia que debe tener lista para el fin de semana.

Foto: Anete Asare