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Pasó lo peor que podía pasar
Por Alexis Rodríguez

Barcelona, 7 de marzo.- Era algo que muchos se esperaban. Quizás porque ya había sucedido en elecciones pasadas. Pero pocos pensaban que ETA fuese a intervenir en el debate electoral de la forma que lo ha hecho: con un asesinato sobre la mesa. La lógica etarra no se parece en mucho a la del resto de las personas, y eso ha quedado demostrado hoy mismo, el último día de campaña electoral para las elecciones legislativas del próximo domingo 9 de marzo. Lo que todos temían, sucedió.

Nadie se esperaba el calibre de la acción emprendida por ETA en Mondragón. Los servicios de seguridad del Estado llevaban semanas poniendo especial cuidado en vigilar sus posibles movimientos. Parecía imposible siquiera imaginar un último día de campaña salpicado por la violencia de los etarras. Pero así ha sucedido.

Los pomposos discursos de los políticos, adornados con gran cantidad de confeti y música, no han tenido más remedio que parar. A cambio, sólo nos queda su “repulsa” a la acción perpetrada por ETA.

La tregua de la organización terrorista terminó cuando dos ecuatorianos murieron en el atentado de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas (Madrid). Y desde entonces, Isaías Carrasco es la quinta víctima de ETA. El único asesinato desde Barajas en ser planificado como tal. Las anteriores víctimas no entraban en los planes etarras. Fueron protagonistas “involuntarios” de la acción terrorista. Pero en este caso no. Es por ello que el último atentado de ETA plantea un nuevo escenario político. Vuelven los atentados selectivos a políticos del PP y PSOE.

Hace cuatro años, la polémica legislatura del PP acabó con un atentado que muchos creen que supuso el detonante del cambio de signo político dado en España. Y no pocos habrán pensado en ese día hoy. Aquél día fueron muchas las víctimas. Hoy lo es una persona concreta, un hombre con tres hijos (de los cuales uno ha tenido que presenciar el momento del atentado) y trabajador encargado del cobro del peaje en la autopista. Su pecado: haber sido en el pasado concejal socialista en el ayuntamiento de Mondragón.

Pero no nos engañemos. Toda acción de ETA tiene un fin. En los últimos meses, la sensación popular era de que la organización terrorista estaba muy débil. Sus cabecillas y secuaces caían uno detrás de otro. Y los diferentes intentos de atentado parecían más acciones desesperadas e improvisadas que otra cosa. Por lo tanto, es evidente que ETA ha querido con esta acción influir en las próximas elecciones. Aunque no se sabe muy bien cómo.

Ha logrado ser noticia. Eso es cierto. Ha conseguido demostrar que no está acabada y que todavía tiene la mínima fuerza necesaria como para que se la tema. Pero lo que no está claro es con qué objetivo concreto ha perpetrado este atentado. ¿Para que la proscrita izquierda abertzale pueda denunciar su secuestro político? Evidentemente no, pues cuando ETA atenta, los apoyos a Batasuna descienden. ¿Para impulsar un cambio de color político en el gobierno de España? Improbable, ya que las posiciones del Partido Popular en relación a ETA son más radicales que las del PSOE. Y entonces… ¿para qué?

El atentado sólo logrará dos cosas. Trastocar los planes de campaña de los partidos, desde el punto de vista de que no habrá mítines. Y hacer que la participación electoral se eleve más allá de lo esperado. Que beneficie a un partido u otro, eso sólo puede depender del electorado, con más razones ahora para ir a votar. Pero el Partido Socialista no sale precisamente fortalecido con este atentado.

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