La calle Ferráz de Madrid está llena de camiones, de televisiones, el servicio técnico hace slalom entre los periodistas para montar el escenario frente al número 70, la sede del PSOE. Los reporteros acreditados serán más de 700 en representación de más de 200 medios de comunicaciones. A las siete en los pasillos, en el salón de la planta baja y en lo reservado a los fumadores es un hervidero de militantes que han desafiado la suerte para encontrar un aparcamiento en el centro de la ciudad.

Este año también el día electoral español no es un día cualquiera. No tanto porque las elecciones son un momento importante en todos los países, sino porque esta vez también los comicios españoles están mojados de sangre.
En la sede central del PSOE en Madrid, todos los militantes presentes para seguir el escrutinio están conscientes de eso. En los comentarios que hacen esperando el primer sondeo, rechazan con firmeza las acusaciones del PP, que insinuaba que el atentado de Mondragón pudiera favorecer electoralmente a los socialistas.

A pesar de eso el aire que se respira es de confianza y de espera. La aprensión se disolvió a las ocho de la noche, cuando en las pantallas del salón principal aparecieron las imágenes de TVE que mostraban los primeros sondeos después del cierre de las mesas. Daban al PSOE la mayoría absoluta. La felicidad se exprime en abrazos, sonrisas y algunas lágrimas y afán de revancha frente al PP. “El clima creado en estos cuatro años de mentiras sobre Zapatero”, afirma un joven militante, que añade que “aún no podemos confiar porque es solo un sondeo porque el atentado del otro día ha afectado estas elecciones”.

A las 21.30 el Secretario de Organización del PSOE, José Blanco, entra en la sala de prensa del PSOE para comentar los datos de la mitad del escrutinio, que confirman la victoria de los socialistas, aunque no la mayoría absoluta. Los gritos de felicidad de los militantes llegaban hasta la primera planta, reservada a los periodistas. La gente iba en búsqueda de banderas y de cava para festejar.

Inmigrantes ecuatorianos de segunda y tercera generación exultan para la victoria socialista, la gente se abraza sin conocerse, las banderas rojas se levantan hasta la bóveda y sale fuera esperando al presidente Zapatero. Algunos están tan felices que hasta lloran. Como María Jesús Moreno, que afirma ser un familiar de una victima del 11-M, y dice estar “hasta las narices de que Rajoy diga que habla en nombre de todas las victimas. Los socialistas no traicionamos a las victimas”.

Afuera es imposible moverse a través de la gente concentrada alrededor del escenario con la “Z” roja del líder socialista.  Zapatero empieza su intervención recordando a Isaías Carrasco. Los militantes callan sus gritos coreados “Aznar, cabrón, saluda al campeón” y  empieza un largo aplauso triste.