Así es como llegaban las noticias de fuera a la sala dispuesta para los medios de comunicación, y el modo en que se iban gestando en la propia sala para su difusión hacia el exterior. Con orden y sin prisas. Con sillas de redacción vacías y grupos de colegas comentando sus cosas. Con baterías de cámaras predispuestas para el momento mágico, sostenidas por unos caballetes sin nadie detrás a las riendas. Con un continuo avituallamiento a base de viandas, refrigerios y algún buen caldo.

Se acercaban las once, y con ellas el anunciado momento: el alcaldable por el PPC, Alberto Fernández Díaz, aparecía con su séquito –entre el que se incluía su presidente de partido en Catalunya, Josep Piqué–, por la puerta principal. Flashes, cámaras tras los caballetes, puestos de redacción cubiertos…

“Hemos mantenido nuestras posiciones en la ciudad de Barcelona”, expuso Fernández Díaz, aunque admitió que “es prácticamente seguro que se repetirá el tripartito”. Teniendo en cuenta que “ha surgido una nueva fuerza política” en Barcelona, y su procedencia en parte de sectores conservadores, “los resultados alcanzados suponen una victoria”. Hizo un llamamiento a la reflexión y al reposo de los resultados finales, declarando los cuatros años de trabajo que se avecinaban, para dar paso a las declaraciones de Josep Piqué.