Can Batlló, la fábrica de sueños

Bernardo Bejarano
El Plan General Metropolitano y el Plan de Actuación Municipal de Sants-Montjuïc parecen tener el mismo error. Ambos dicen que el proyecto urbanístico Can Batlló estará listo en el 2007, pero el viejo polígono industrial tiene hoy la misma apariencia de los últimos 40 años.

Donde debería haber grúas, obreros e ingenieros siguen funcionando los más de 70 talleres y microempresas que han venido estableciéndose desde 1964, cuando la fábrica textil Sobrinos de Juan Batlló fue trasladada y el terreno, de 8,3 hectáreas, arrendado.
Can Batlló es uno de los últimos grandes espacios de destinación pública que quedan por definir en Barcelona. Tras la construcción de un parque y un polideportivo en el predio que ocupaba La España Industrial, las expectativas de equipamientos y zonas verdes de los 14.000 habitantes del barrio La Bordeta se concentraron en este espacio, delimitado por las calles Constitució, Parcerisas, Carrilet, Gran Via, Corral y Mossèn Amadeu Oller.

Nos faltan instalaciones administrativas, un casal de abuelos y un centro cívico. Queremos que se hagan allí”, explica José Pons, presidente de la Asociación de Vecinos de La Bordeta.
Aun cuando el Plan General Metropolitano de 1976 (PGM) calificó Can Batlló como una zona verde y para equipamientos, tuvo que pasar un cuarto de siglo para que el Ayuntamiento estructurara un proyecto viable.
El precio de este documento, aprobado hace cuatro años y conocido como ‘Modificación del PGM en el Ámbito Batlló-Magòria y Eduard Aunós’, fue significativo: los vecinos debieron avalar la utilización de la quinta parte del terreno para construir unos 600 pisos, y un hotel sobre la Gran Via.
Aun así, las obras no arrancan porque la inmobiliaria Gaudir, propietaria de más del 70 por ciento de Can Batlló, mantiene un proceso contencioso-administrativo contra el Ayuntamiento.
La compañía no quiere hacer ninguna declaración”, es la respuesta que da Mireya Baldó sobre este asunto. Ella trabaja para Gene & Asociados, la
agencia encargada de manejar la imagen de Gaudir, que a su vez representa los intereses de las herederas de Julio Muñoz Ramonet.
Junto con su hermano Álvaro, este industrial controlaba cerca de 40 factorías textiles con unos 45.000 empleados, así como el hotel Ritz.Por eso se acuñó el dicho ‘en el cielo manda Dios y en la tierra, los Muñoz’. Can Batlló es propiedad de la familia desde los años 40. Pero no hay que hablar con las Muñoz para entender las razones del litigio. De acuerdo con José Luis Mayáns, que trabaja en el área de proyectos urbanísticos del Distrito, si la Modificación del PGM se pusiera en marcha la inmobiliaria tendría que demoler buena parte de los edificios existentes y entregar otros al Ayuntamiento, además de indemnizar a los arrendatarios por el desalojo y, por supuesto, dejar de percibir los alquileres.
Factores de distracción
Mientras tanto, los vecinos parecen más preocupados por los trabajos para la llegada del tren de alta velocidad a la Estación de Sants.
Para Josep Marcè y Josep Martí, investigadores de la historia del distrito, “Can Batlló figura entre las primeras reivindicaciones de los vecinos, pero no ha habido campañas definitivas para recuperarlo por diversos factores: su misma calificación (como zona verde y de equipamientos), que eliminaba el peligro de especulación; el hecho de que siempre hubo otros espacios que recuperar con urgencia, y la circunstancia de que muchos vecinos laboraban allí, de manera que cualquier intervención habría puesto en peligro sus lugares de trabajo”.
Hasta hoy, los únicos que han ganado algo con el proyecto son los dueños de las viviendas desafectadas por la Modificación del PGM.
Se trata de 10.623 metros cuadrados pertenecientes a edificios levantados sobre la calle Constitució, la Cantonada Badal/Carrilet y la calle Parcerisas. De acuerdo con el plan original, estas fincas debían ser demolidas. Sin embargo, se salvarán gracias a los cambios introducidos en el 2001, que contemplan el traslado de casi 35.000 metros cuadrados edificables del vecino sector de Eduard Aunós.
El riesgo ahora, tras 30 años de ir y venir, es que el tema empiece a ser visto como una utopía. Para la muestra, la respuesta de un funcionario: “¿Un dato sobre Can Batlló? Ni lo sé ni me interesa. ¿Acaso se va a hacer?”.
Así las cosas, todo parece indicar que el plazo del 2007 se convertirá en una anécdota más de un proyecto que no ha podido hacer nada con Can Batlló, esa productiva tierra de nadie que sobre el papel es de todos.