Atrapado en el fuego cruzado
Por Gladys Guerra, Aurelio Maira y Leticia Timón
El Partido Popular de Catalunya (PPC) es, actualmente, la cuarta fuerza política en esta comunidad autónoma. En las últimas elecciones territoriales, que tuvieron lugar en noviembre de 2003, obtuvo casi 400.000 votos, que le permitieron alcanzar 15 escaños en el Parlament, tres más que en la anterior legislatura. Sin embargo, su trascendencia en el panorama político catalán es mucho menor de la esperada por sus afiliados.
El actual gobierno de la comunidad, conformado por un tripartito de izquierdas que agrupa al Partit dels Socialistas per de Catalunya y Ciutadans pel Canvi, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya Verds - Esquerra Alternativa, consiguió, gracias a su pacto, arrebatar la presidencia a Convergència i Unió (CiU). El ideal centralista nacionalista de CiU se ha mantenido como primera fuerza política en Catalunya desde 1980 y Jordi Pujol, presidente del partido hasta las últimas elecciones, como uno de los representantes políticos más carismáticos de la comunidad.

Para Josep Curto, ex parlamentario y ex secretario general del PPC, quien junto con Manuel Fraga y Francisco Álvarez Cascos, ocupó los cargos electos que más tiempo han estado en el partido, “la presencia de CiU ha sido un problema ideológico que hemos arrastrado siempre”.
Esta teoría también está sustentada por Pere Oriol Costa, politólogo y vicedirector de Recerca i Coordinació R Cicle de la Universitat Autònoma de Barcelona, que afirma que “sin lugar a dudas, la parte fluctuante del voto popular que tiende al centro irá a parar a CiU”.
José Luis Martínez Ibáñez, subdirector de El Periódico, apunta a que “el futuro del PPC siempre ha dependido de la dificultad que tenía en Cataluña para arraigar en entre la derecha no nacionalista que,

durante muchos años, monopolizó Pujol.
”Por otra parte, el fomento del anticatalanismo que parece estar realizándose desde el PP central, desacredita cualquier intento de apertura ideológica por parte de la sección catalana del partido. Según considera el profesor Costa, “desde Madrid, consideran que la mejor manera de perjudicar a Zapatero es agudizar el anticatalanismo y a esto subordinan cualquier estrategia catalana”. Curto basa esta afirmación en que “al no haber fortaleza, estamos supeditados al PP central” y determina que “cuando un líder del PP adopta una actitud más catalana se lo cargan y lo desautorizan”.
Quizá uno de los líderes que más han sentido esta presión desde la sede de la madrileña calle Génova ha sido Josep Piqué. El presidente del PPC presentó su dimisión el pasado 24 de enero con motivo de las discrepancias surgidas sobre la estrategia a seguir con respecto al acuerdo del Estatut, según informó la colectividad.
Finalmente, la dimisión no fue aceptada por el líder del PP, Mariano Rajoy, pero la polémica ya había salido a la luz. El propio Piqué declaró a la cadena Ser que apoya la línea de su partido, pero que “otra cosa es que la situación sea objetivamente difícil e incómoda”.
Julia García-Valdecasas, actual vicepresidenta segunda de la Comisión de Interior y ex ministra de Administraciones Públicas entre 2003 y 2004, afirma que Josep Piqué “es una figura esencial dentro del PPC que le ha sabido dar forma y contenido” y que su caso “ha sido uno de los momentos difíciles que hemos atravesado durante la negociación del Estatut, pero que hemos sabido superar muy bien basándonos en el discurso”. Curto, por el contrario, considera que “las bases de Cataluña están descontentas con Piqué, pues lo ven como un hombre que no es del PP, que lo han impuesto, pero que no conecta con ellos”.
Pere Oriol Costa sentencia que “Piqué tiene los días contados”. La justificación, según explica, está en que el presidente del PPC viene de una tradición democrática.  “Lo que hace es dar un giro a la derecha, pero no tiene todo el sustrato ideológico y de práctica que le pueda permitir asimilar las posturas retrógradas sobre las que se está apoyando actualmente el PP”, añade Matínez Ibáñez quien apunta, además, un elemento nuevo con respecto a las razones del PP para no aceptar la dimisión de Piqué, pese a no mostrarse excesivamente de acuerdo con su política oficialmente más moderada: la apertura de una crisis que les haría perder credibilidad.
No obstante, todos los indicios apuntan a que el PP no atraviesa su mejor momento en Cataluña. Aunque aún habrá que esperar algo más de un año para que los votos de los catalanes decidan si su estrategia les ha permitido ganarse su confianza o si, por el contrario, les ha restado escaños en el Parlamento de Cataluña.