La ley del deseo
Por Vicente Pastor, María Boronat y Yanina Montalvo

La boda de Boris Izaguirre hace unos días es un buen ejemplo de la evolución de los matrimonios homosexuales en España. El mayor histrión televisivo de los últimos años ha decidido casarse en la intimidad  y sólo ha facilitado a la prensa una foto del enlace con su novio. Todo un síntoma de la normalidad con que el colectivo gay vive un derecho ganado por ley el pasado 1 de julio.

Siete meses y 500 bodas después, se ha normalizado el ‘sí quiero’ homosexual ante la justicia, a pesar de las polémicas políticas, judiciales y religiosas, cuyos ecos no se han apagado por completo.
Josep Antón Rodríguez sí se casó con su novio el pasado 30 de julio en una boda pública y publicitada. El presidente del Casal Lambda de Barcelona no tenía intención de casarse con su compañero sentimental, pero lo hizo “por militancia” en un acto que salió en los periódicos. “Al ver la reacción del Partido Popular decidimos casarnos tras ocho años de vivir en pareja. Ahora que tenemos los derechos ejerzámoslos”, dice. En el acontecimiento hubo representación de los partidos políticos -“excepto el PP y CiU, que ni contestaron a la

invitación”-, de las asociaciones de gays y lesbianas, de gente de la cultura, y de familiares y amigos de los contrayentes.
Se calcula que hay cinco millones de homosexuales en España. La mayoría de las parejas que han solicitado casarse son hombres y viven en Madrid, el lugar que más peticiones de matrimonios de parejas del mismo sexo ha registrado: 350 hasta el pasado 15 de enero, según fuentes judiciales. En otras ciudades ha habido más conflictos, pero han sido minoría. Una juez de Dénia, en Alicante, fue la primera que se negó a oficiar bodas entre contrayentes del mismo sexo y planteó ante instancias superiores una posible inconstitucionalidad. La justicia zanjó la polémica obligándole a aplicar la ley. Todavía espera respuesta el Partido Popular, que interpuso un recurso ante el Tribunal Constitucional en contra de que la unión homosexual tenga la categoría legal de matrimonio. Pero la
controversia no sólo se planteó en los tribunales; también en las calles. El PP se adhirió a la manifestación del 18 de junio en Madrid, que también contó con el apoyo de la Conferencia Episcopal. Detrás de la pancarta con el lema “La familia sí importa”, miles de personas recorrieron las calles de la capital de España defendiendo los valores de la familia tradicional. Según los organizadores, hubo un millón y medio de asistentes. La Policía Nacional dijo que fueron 166.000 personas. Fueran las que fueran, la ley siguió el camino hasta su aprobación días después.
Pero el derecho que más ampollas sigue levantando entre el Gobierno y la oposición es el de la adopción. “Los homosexuales han de tener los mismos derechos que los heterosexuales, excepto la adopción y que su unión adquiera el nombre de matrimonio”, afirma Daniel Sirera, diputado del PP en Cataluña. Y añade que  “queremos devolverle al niño huérfano lo que un día perdió: un padre y una madre”. La respuesta del presidente del Casal Lambda es que “un niño ha de crecer en el amor y eso no tiene nada que ver con la condición sexual de los padres”.
La realidad es que no en todos los países que aceptan los matrimonios homosexuales se has permitido la adopción. En Bélgica no les está permitido adoptar y en Holanda sólo pueden adoptar niños del propio país. Suecia sí contempla la adopción para parejas de hecho gays, pero ninguna ha conseguido aún un hijo en el extranjero. Empezando por China, la mayoría de países abiertos a la adopción internacional impiden que los homosexuales se hagan cargo de un niño.
A Paula, brasileña, de momento no le hace falta plantearse la adopción en su relación. Los dos hijos de su novia, Julia, han entrado en su vida desde hace apenas unas semanas. Cuando ya había decidido regresar a Brasil y tenía el billete comprado se enamoró de Julia, una separada que la ha convencido para posponer la fecha de vuelta. Ahora Paula no sabe si adoptará algún día, pero se plantea preguntas como si será mala madre por su condición sexual”.
Ha llovido mucho desde que en 1986 Pedro Almodóvar escandalizara con La ley del deseo, una película explícitamente homosexual que apenas levantaría revuelo si se estrenara hoy.
Ahora, una ley muy esperada por una parte de la sociedad ha dejado de ser un deseo para convertirse en realidad. Puede que dentro de 20 años más apenas quede rastro de la polémica de hoy y el matrimonio entre gays y lesbianas haya adquirido la normalidad que ellos desean.