Pulso de tradición y cambio
Por Alfonso Espinosa

En la plaza principal, junto a la iglesia y el mercado, la gente mayor repasa el día. La parroquia convoca a la catequesis y una parada turística ofrece un respiro en este barrio de Barcelona.

Más abajo se ve la Plaça del Consell de la Vila, sede del poder de Sarrià, independiente de Barcelona hasta que en 1921 el pueblo al pie de Collserola, situado entre dos ríos, fue anexado por decreto. El agua cedió lugar a la Vía Augusta y a la avenida J.V. Foix, que recuerda al poeta del 57 de la Calle Mayor. Las mesas del Forn de la Vila acogen a solitarios, a parejas con niños, a gente que tiene que hablar y allí se encuentra.

Sobre la calle Cornet i Mas está la Plaça de Sant Vicenç de Sarrià, donde se patea la pelota, se cotillea y comparte música MP3 y, al final de la jornada, llegan las risas del centro infantil Blauet. “Sarrià es el distrito de Europa con mayor concentración de escuelas”, afirma Jordi Recasens, responsable del Espacio de Participación para Jóvenes del Ayuntamiento. La gente mayor sostiene la vida económica del lugar.

Ellos representan casi un 50% de la población de Sarriá, que supera los 30,000 habitantes. Su esfuerzo ha sido recompensado con un buen nivel de vida. “Es una zona de clase media alta”, dice una fuente del ayuntamiento. La zona alta de Sarrià bordea el lujo, lo suficiente como para acoger al Consulado de los Estados Unidos. Arriba del Passeig Reina Elisenda hay casas con jardín, un hallazgo casi arqueológico en la actual Barcelona de cinco pisos.

De esa arqueología urbana Sarrià es un yacimiento, que incluye, ya hacia Sant Gervasi, un vestigio con la marca inconfundible de Antoni Gaudí, en la casa “Bellesguard”. De vuelta en el casco antiguo están las casas tradicionales, de dos plantas, que llenan la Calle Canet y las de la calle de Hort de la Vila, amenazadas por el plan municipal de construir un edificio de siete pisos. La idea original era echar abajo casas antiguas de Hort de la Vila, pero ante la petición de los vecinos se han respetado”, dice la Jefa de Comunicación del distrito. “El edificio compensa el terreno respetado”, matiza. Los vecinos califican al edificio de “pantalla”.

Pero no sólo lo que va a ser levantado sobre el suelo inquieta. El trazado de la línea 9 del metro, en vez de pasar bajo los desocupados talleres del ferrocarril, como se diseñó en un principio, ahora cruzaría bajo casas del lugar. El Presidente del Concejo Distrital recibió el 3 de octubre a los vecinos y ofreció averiguar en el Parlament sobre el proyecto.

Mientras se transforma, el barrio late en su día a día. Ya no es el

pueblo campesino de hace más de 1000 años, ni el lugar de finos albañiles, carpinteros y forjadores que vio amanecer el siglo XX. Llena de tiendas y negocios sube la Calle Mayor, columna vertebral de la economía local, que Jordi Farell resume en tres pinceladas: “un comercio conservador, de pequeños negocios manejados por gente mayor.

Otro espacio, la zona baja del barrio, la ocupan negocios nuevos poco integrados y franquicias. Y un sector emergente de comercios del lugar, regentados en su mayoría por mujeres." Según la encargada de comunicación del distrito, "es uno de los barrios con más orgullo de su tradición".

La funcionaria explica que “esta población de clase media alta tiene inquietud por las propuestas culturales”. “El rastro de la palabra”, un trayecto por el “Sarrià poético”, tiene reservas anticipadas para dos meses.

En la parada de bus en la plaza d’Artós, una vecina de Sarrià responde su nombre. “Marta, de Sarrià”. Sonríe, y para ella esa filiación es suficiente. Es de un lugar especial del mundo y sabe, a sus 74 años, que sus nietos, que ahora parecen más preocupados por la moda o el fútbol, ya descubrirán qué significa ser de Sarrià. Esa es su apuesta: que el corazón de Sarrià no deje de latir con sangre propia.