Entre el Paral.lel, la Ronda Sant Pau,
la calle Pelayo y las propias Ramblas, se encuentra
el barrio del Raval. En el momento en el que
se traspasan estas fronteras urbanas que acogen
el barrio, se aprecia el choque cultural que
supone con respecto al resto del centro de la
ciudad.
Hablando con Nuria Aparicio, encargada de los
asuntos de prensa de la Fundación Tot
Raval, aparece la expresión “éste
es otro mundo” , y es precisamente esa
sensación la que se presenta en primer
momento cuando te adentras en el barrio. Esta
afirmación, junto con la de “estamos
trabajando para que este barrio no sólo
sea un lugar de paso para los vecinos, sino
que se empiece a crear un sentimiento de pertenencia
al Raval” , nos da una idea de la manera
en la que éste puede estar configurado,
y es que en el Raval la gran mayoría
de la población es inmigrante.
Por sus estrechas calles caminan marroquíes,
filipinos, indostaníes, ciudadanos de
la Unión Europea y de la República
Dominicana, que constituyen el grueso de las
nacionalidades que conviven en el barrio. Todos
ellos contribuyen a que se configure una
personalidad especial.
Es gente que viene en busca de trabajo, de
algo que les ayude a sobrevivir. El distrito
de la Ciutat Vella, y el barrio del Raval en
particular, es el lugar donde más detenciones
se efectúan de toda la ciudad de Barcelona,
según los Mossos d’Esquadra.
Un ejemplo claro de que la inmigración
es sin duda alguna la característica
más candente del Raval es el Instituto
de Bachillerato Miquel Tarradell, que tiene
muy pocas similitudes con el resto de centros
de enseñanza de la ciudad, porque, como
indica Núria Aparicio, “prácticamente
cada niño necesita un maestro para él”.
Se trata de un centro con 380 alumnos donde
el 80% son inmigrantes, que tiene un nivel de
absentismo escolar muy elevado, y en el que
el trabajo por la integración resulta
mucho más importante que el propio trabajo
por la educación, ya que muchas de las
incorporaciones del instituto se producen con
el curso ya empezado. Los profesores tratan
continuamente de controlar las muchas, demasiadas,
peleas que él se producen. Pero también
sorprende ver cómo muchos de estos niños
de 23 nacionalidades diferentes, utilizan el
catalán para comunicarse entre ellos.