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El amortiguador de los barrios
Por Eugenio Fernández
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El Guinardó es un espacio difuso,
ni colina ni llanura, ni rico ni pobre, ni catalán
ni inmigrante, con un sabor indefinido, entre el Carmel,
Gracia, L’Eixample y Horta. Más que un
barrio, parece un punto de encuentro entre otros barrios.
Espejo de todos, igual a ninguno, es el amortiguador
entre ellos.
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De Horta tiene las masías.
A una, el Mas Guinardó, inclusive le debe
su nombre. Y sin embargo, de ellas apenas queda
la fachada. La urbanización de las tierras
que las rodeaban comenzó en 1896, y ahí
–en casas todavía campestres y sólo
habitadas del todo en los años treinta–
habitaron las clases medias que buscaban algo
cercano a Barcelona pero que no querían
renunciar a dos plantas habitables y un huerto
propio. Años después, el franquismo
terminó de borrar todos los rastros de
estos huertos. Del campo poco quedó.
Del Carmel tiene las pendientes y colinas. Según
Miguel Ángel de la Fuente, director del
mercado del barrio, de puro pesadas hacen que
“la gente venga menos, porque es difícil
subir toda la compra.” Y sin embargo, los
vecinos coinciden en que “contra el Carmel
esto no es nada.”
Con el Carmel comparte, además, un pasado
social importante. Igual que él, el Guinardó
tuvo por un tiempo un fuerte componente obrero,
cuando era una zona de industrias pequeñas
y pisos baratos. Pero, como si una afinidad tan
marcada fuera a desvanecer su identidad, ese pasado
quedó atrás.
Hoy, los obreros del Guinardó son jubilados
como Manuel, que llegó hace treinta años,
cuando su empleo en los comedores de SEAT le permitió
comprarse un piso. “Ahora los trabajadores
que yo conocía o están muertos o
retirados. Ya no queda nadie.”
Se diría entonces que es un barrio de clases
medias o altas, como Gràcia. De nuevo,
el Guinardó nos engaña. Con Gràcia
comparte una población eminentemente catalana
y dedicada a los servicios, pero una parte muy
marcada de su población la componen inmigrantes
con un poco de suerte y un empleo estable.
La migración en el barrio es tan marcada
que, según María Rodríguez,
de la Asociación de Vecinos del Baix Guinardó,
incluso hay “pisos patera”, esos apartamentos
minúsculos donde duermen veinte personas.
“Nadie sabe a ciencia cierta dónde
están, pero todos conocen a alguien que
ha visto sitios de donde sale más gente
de la que podría caber.”
Por el trazado, más o menos racional y
cuadriculado, de su parte baja, recuerda a l’Eixample
y podría pensarse inclusive que orientarse
es posible. Quien anda un poco más colinas
arriba
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descubre que estaba equivocado. A Cerdá aquí
no se le perdió nada, y la orografía
del barrio rompe sus trazos armónicos.
Algo sí comparte con l’Eixample: si ahí
el modernismo está en las fachadas, en el Guinardó
está en los parques y las calles. Como si la
ciudad hubiera copiado el trazado del Park Güell
en el Parque del Guinardó, su propia dinámica
fue dejando en las avenidas el espíritu curvo
de Gaudí, las esquinas suavizadas, la aristas
ausentes.
Con todo, a pesar de su indefinición, queda
algo de aquel aroma único “a ropa planchada
y almidonada, a festividad clandestina y vernácula,
ilegal y catalanufa” que Juan Marsé veía
en el barrio en que nació y que con maestría
describió en Ronda del Guinardó.
Claro que hoy las festividades clandestinas e ilegales
son todo menos vernáculas y catalanufas, porque
se celebran en las naves industriales okupadas
por italianos y franceses antisistema en la calle
Teodor Llorente. Y muchos ya no planchan, “porque
de eso se encarga la secadora,” como explicó
Montse desde la puerta de su casa, en la esquina de
Marsella y Torre Parda, y quede poco de catalanufo,
porque a Sameidy le cuesta cada vez más el
catalán y Manuel no se acostumbra a hablarlo
en público.
Pero el guiño de las niñas que crecieron
en La Salut, de los que recuerdan los esfuerzos para
comprar un piso y para evitar a fuerza de tosudez
que les arrebataran el barrio, de los que agradecen
haberse topado con un espacio en el que todavía
quedan áreas comunes, de los que no tuvieron
que irse de Barcelona, sigue ahí, clandestino,
vernáculo, catalanufo y, sobre todo, festivo.
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